Si a alguien realmente le debemos
el desarrollo de la técnica de la guitarra española, ése sin duda es el gran
Gaspar Sanz. Durante la segunda mitad del siglo XVII sistematizó en sus escritos
la forma de tocar el instrumento, sentando con ello las bases de la práctica de
las seis cuerdas que conocemos en la actualidad. Como refleja en el prólogo de
su obra magna “Instrucción de música
sobre la guitarra española”, parece ser que se hartó de aguantar la falta
de método de los músicos de su época y decidió sentar las reglas, de una vez
por todas, para interpretar correctamente la música de guitarra. En sus propias
palabras: “ninguno de los autores que han
impresso sobre este instrumento traen bastantes reglas, pues a lo sumo enseñan
a que tañan aquellas piezas suyas, pero ninguno da regla para que se componga y
adelante, sin tener siempre al maestro al lado.”
No el faltaba preparación musical
a este aragonés de Calanda pues se dice que fue Catedrático de Música en la Universidad de
Salamanca, hecho no confirmado. Sin embargo, su formación alcanza su punto
álgido en Italia, de la mano de maestros como Foscarini, Pellegrini, Granata,
Corbetta y Doizi de Velasco, y más en concreto, en la ciudad de Nápoles, en
donde la guitarra se utilizaba como instrumento acompañante (“musica battente”). Es probable que
durante su estancia en la península itálica desarrollase el denominado “estilo
mixto” de ejecución, que luego caracterizaría su obra, consistente en combinar
el rasgueo de las cuerdas con el punteado o “pizzicato”.
Según el propio testimonio de Gaspar Sanz
“en Italia los maestros sólo encuerdan la guitarra con cuerdas delgadas, sin
ningún bordón”. De ahí la afición de los maestros italianos por los punteos
de guitarra. Continúa, “en España es al
contrario, pues algunos usan dos bordones (las cuerdas gruesas de la
guitarra que se usan para los bajos) en
la quarta y dos en la quinta.”
Resulta apasionante contemplar la
evolución de cómo un instrumento rasgueado de acompañamiento va adquiriendo
personalidad propia al añadírsele punteos y bajos a su técnica de
interpretación, lo que le confiere una autonomía decisiva y un protagonismo
inédito.
Aunque lo verdaderamente notable
de la obra de Sanz es que, a pesar de sus viajes y su mercado espíritu
cosmopolita, sus libros contienen música puramente española de la época, en
gran medida de origen popular, como son las gallardas, folías, zarabandas,
chaconas, jácaras, las hachas, la vuelta, rujero, paradetas, matachín,
españoletas, canarios, villanos, marionas o los pasacalles, entre otras formas
y estilos musicales.
Merece la pena reproducir aquí la
descripción que hizo el propio Gaspar Sanz de la guitarra, su instrumento
predilecto, a pesar de que también era organista: “ni es perfecta , ni imperfecta sino como tú la hizieres pues la falta
o perfección está en quien la tañe y no en ella, pueso yo he visto en una
cuerda sola y sin trastes hazer muchas habilidades, que en otros eran menester
los registros de un órgano, por lo cual cada uno ha de hazer a la guitarra
buena, o mala, pues es como una dama, en quien no cabe el melindre de mírame y
no me toques.” Delicioso.
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