“Trabaja en ti y todo
mejorará», «¡Sonríe!», «la felicidad es una opción, elígela», «si quieres,
puedes»,«tengo la libertad y el poder de crear la vida que deseo»…” Estos
y otros muchos mantras parecidos son los que nos vemos obligados a escuchar día a
día en la que ha sido definida por algunos como sociedad de la positividad tóxica. Se trata, en
palabras de la psiquiatra Berta Pinilla Santos, de “un positivismo excesivo, rígido, que no sabe adaptarse a la realidad
del momento y que no reconoce todo el espectro emocional de las personas”. Una
positividad que puede hacernos superar cualquier situación, “una especie de
pensamiento mágico y malicioso de omnipotencia en el que los problemas o
malestares tienen que desaparecer y si esto no ocurre, se interpretará como un
fracaso”. Pero, frente este planteamiento basado en un optimismo excesivo de
los tiempos actuales, en el pasado se llegó a valorar la tristeza como un
elemento de necesaria presencia en la personalidad humana, tanto como potencial
del espíritu creativo, como un aspecto de la experiencia mística.
Precisamente, el nuevo disco
del conjunto valenciano Capella de Ministrers, A Circle
in the Water, reivindica la melancolía desde la perspectiva de la música británica compuesta a caballo
entre los siglos XVI y XVII. Los temas incluidos en él forman parte de la banda
sonora de la película El cercle en
l'aigua, dirigida por Vicent Monsonís, que está basada en la obra de teatro
La Estancia de Chema Cardeña.
Para llevar a cabo este
proyecto, el director de Capella de Ministrers, Carles Magraner, ha contado con
la soprano Delia Agúndez y con Robert Cases interpretando los instrumentos de
cuerda pulsada que suenan en las pistas. Agúndez es una de las grandes voces
femeninas actuales del repertorio renacentista y barroco en nuestro país, con
una notable especialización en la música inglesa, como demostró en su grabación
de 2015 The Purcells, en torno a la
obra de Henry y la de su hermano Daniel. Actualmente pertenece al ensemble
Aquel Trovar, con el que ha lanzado tres trabajos discográficos Canciones de la vieja Europa, De Santa María
y Cantar Sola, voces de mujer en el
Cancionero Musical de Palacio.
Por su parte, Robert Cases
ha centrado su actividad profesional en la docencia y es profesor de bajo
continuo en la Universidad de Extremadura. En el disco toca el laúd renacentista y la tiorba.
Aparte de varios temas
anónimos de la época que refleja esta obra, el repertorio está centrado en las
figuras de William Corkine,el capitán Tobias Hume, y, como no, el paradigma de
la melancolía, el grandísimo John Dowland.
El eje que inspira esta
iniciativa es el libro de Robert Burton de 1621 The Anatomy of Melancholy, en el que aparece la melancolía, por vez
primera, como aspecto fundamental de la experiencia mística. Pero el tema viene
de antes. La teoría de los cuatro humores, muy en boga entre los intelectuales
medievales, establecía que el ser humano está influido por cuatro elementos
asociados a las fases de la vida:
1. La cólera, equivalente al
verano, el mediodía y la edad viril.
2. La flema, relacionada con
el invierno, la noche y la ancianidad.
3. La sangre, asociada a la
primavera, la mañana y la juventud.
4. La melancolía, que
representaba el otoño, el atardecer y la edad madura.
Sin embargo, el nigromante
renacentista, Cornelius Agrippa de Nettesheim, en su obra De Occulta Philosophia, defiende que el ser humano recibe de lo
alto sus mayores dotes espirituales e intelectuales, bien a través del sueño,
bien por medio del “furor melancholicus”, que es inducido por el titán Saturno.
De esta forma ya establece una relación directa entre la tristeza y el
intelecto.
El pensador neoplatónico
Marcilio Ficino, que vivió en la Florencia de los Medici, citaba al mismísimo
Aristóteles para defender las virtudes del ser melancólico: “todos los hombres
verdaderamente sobresalientes, ya sea que se hayan distinguido en la filosofía,
en la política, en la poesía o en las artes, son melancólicos”.
A Circle in the Water ha querido analizar y reflejar la melancolía británica de este periodo,
algo a lo que se asocia directamente con las piezas del compositor y laudista
John Dowland. Muchos autores identifican al músico con el espíritu inglés de la
época, hasta el punto que el experto Anthony Rooley postula que “es lo inglés de la música de Dowland lo que
impacta más fuertemente”.
Ya fuera por moda o por
estética, la música y la literatura inglesa se llena de cantos de dolor
desconsolado por obra de la indiferencia femenina, la principal fuente de
sufrimiento para el amante no correspondido. John Dowland ya se hace eco de ese
sentir melancólico en su Book of Songs
de 1597, considerada la primera publicación de madrigales ingleses, al incluir
en él la siguiente cita de Ovidio: “Nec prosunt domino, quae prosunt omnibus,
artes (Las artes que ayudan a toda la humanidad no pueden ayudar a su señor)”.
Asimismo, el propio músico firma sus misivas con el juego de palabras “semper
Dowland, semper doles”.
En su segundo libro de
composiciones de 1600 introduce el motivo de las lágrimas (Lacrimae) que le identifica ya como su sello de marca,
especialmente a través del aire Flow My
Tears (Fluyen Mis Lágrimas). Lacrimae era la expresión estándar del
dolor en la Europa de la época, y a partir de su adopción por John Dowland se
populariza en Inglaterra en la poesía, el teatro, etc. Precisamente, se trata
de una de las piezas que Delia Agúndez interpreta en el disco, además de otras
quizá no tan conocidas del autor, como Can
She Excuse my Wrongs o Go, Crystal
Tears, entre otras.
John Dowland fue el máximo
representante de la escuela de laudistas británicos de finales del siglo XVI,
un instrumento, el laúd, que en el siglo siguiente resultó eclipsado por la
popularidad que alcanzó la viola da gamba, tanto como acompañante del canto,
como en la interpretación de la música instrumental. Y, aquí, entran los otros
dos protagonistas de este disco: Tobias Hume y William Corkine,
Ya en 1605, con el siglo
recién inaugurado, el capitán Tobias Hume
profetizó en sus Musicall Humours
que “Gambo Violl shall with ease yeelde full various and as devicefull Musicke
as the Lute”. Es decir, que la viola llegaría a ser tan versátil y fértil en
sonido como el laúd. Y no se equivocaba.
Hume fue militar y sirvió
como mercenario, con el grado de capitán, en el ejército del rey de Suecia,
para posteriormente engrosar las filas del zar de Rusia en numerosas batallas.
De hecho, consideraba su pasión por la música como la única parte afeminada de
su persona, tal y como lo expresa en uno de sus escritos: “as my Education hath
beene, Armes, the onely effeminate part of me, hath beene Musicke”. La obra de
Tobias Hume se concentra en dos libros, el citado Musicall Humours, y Poeticall
Musicke, publicado en 1607. Las tres piezas suyas que incluye el disco
hacen gala del mismo sentimiento de tristeza, baste anotar los títulos de dos
de ellos: Lamentations y What Greater Griefe.
Finalmente, y a pesar de que
su memoria ha llegado eclipsada por los violagambistas Alfonso Ferrabosco II y
por el propio capitán Hume, William Corkine fue el único de los tres
compositores que vio publicados sus conjuntos de variaciones para viola de
canciones y melodías famosas en la época. Sus creaciones que han llegado hasta
nosotros se dividen entre los libros Ayres
to Sing and Play to the Lute and Basse Violl (1610) y The Second Book of Ayres (1612).
A Circle in the Water nos transporta en el tiempo a ese sentimiento, a menudo desolador. que
transmiten los sones de la Inglaterra de principios del siglo XVII, pero, por
otro lado, con su sobria belleza -tallada de forma minimalista con la voz, la
viola y la cuerda pulsada- nos recuerda que la melancolía es una opción
igualmente válida para enfrentar la vida que el optimismo descerebrado del que
hacemos gala en estos tiempos inciertos.