Hace tiempo discutía yo con mi
amiga Paloma Mantilla de Coralea
sobre música sacra. Yo defendía que los himnos protestantes son infinitamente
más bonitos que la música que se canta en las misas católicas (de hecho, creo
que dije que “realmente elevaban el corazón hacia el Señor”), mientras que ella
argumentaba que había una gran tradición de música maravillosa asociada a la Iglesia. Y yo con ironía
respondí que sí, pero que no se solía interpretar el Stabat Mater de Pergolesi en la misa de ocho de Santa María,
iglesia de Sigüenza, localidad en la
que ambos coincidimos. Pues cuál no sería mi sorpresa cuando unos meses después
vi anunciado el Stabat Mater en el
citado templo a cargo de un conjunto vocal de Guadalajara capital, con motivo
de la celebración de la Semana Santa.
Me está bien empleado por bocazas.
Anécdotas cómicas aparte, Stabat Mater es uno de esos textos
recurrentes a lo largo de la historia, siendo musicado por compositores de
distintas épocas, y que alcanza su punto culminante con la versión que aporta
Giovanni B. Pergolesi en la primera mitad del siglo XVIII. La obra en cuestión
es un poema de veinte estrofas y sesenta versos, compuesto por el franciscano
Jacopone de Benedetti en el siglo XIII, que narra la muerte de Cristo desde los
ojos de su madre. Jacopone adoptó los hábitos tras la muerte de su esposa y
parece ser que fue un espíritu rebelde de su época, llegándose a enfrentar al
mismísimo papa Bonifacio VIII y pagando por ello con la cárcel. Muy en la línea
operativa de la Orden
de San Francisco, escribió Stabat Mater
como un vehículo didáctico para acercar la Historia Sagrada
al pueblo inculto, utilizando en sus versos un lenguaje sencillo y comprensible
por todos.
A pesar de que ya en la época de
Jacopone el poema se incorporó a la liturgia entonándose durante la celebración
en marzo de los Siete Dolores de la Santa
Virgen María, numerosas versiones se han ido sucediendo a lo
largo de la historia, destacando las de Josquín Després en 1519 y la de
Palestrina en la segunda mitad del siglo XVI, hasta las de compositores tan
conocidos como Vivaldi, Haydn o Schubert. Sin embargo, la partitura de Stabat Mater que ha quedado en los
anales ha sido la de Giovanni Pergolesi, realizada por encargo de la Cofradía de la Virgen de los Dolores y
estrenada en 1736, el año de la muerte del compositor. Inmediatamente gozó de
un gran éxito por todo Europa y su manuscrito fue copiado, profusamente interpretado
e incluso adaptado por otros músicos. La obra original está compuesta para dos
castrados (la Iglesia
prohibía a las mujeres exhibirse y cantar en lugares de culto), uno soprano y
otro contralto, aunque en la actualidad es interpretada por una soprano y una
mezzosoprano. Pergolesi concibió el Stabat
Mater para una orquesta de cuerda y bajo continuo, con los violines
distribuidos en dos grupos.
Al igual que el poeta británico
John Keats, Pergolesi tiene el record de alcanzar la genialidad universal en el
menor tiempo de vida, 26 años. A pesar de su corta existencia, ha dejado a la
posteridad numerosas obras; desde óperas bufas y serias a cantatas, amen de
otros tipos de piezas. Gozó de una gran popularidad en su época como compositor
teatral, aunque la mala salud que arrastraba desde la niñez acabó con su vida
en 1736. De hecho, su estado físico había empeorado tanto ese año que le
escribió en una carta a uno de sus maestros, Francisco Feo, que no sabía si le
iba a dar tiempo a acabar su Stabat Mater
por el que le habían pagado diez ducados.
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