En el año 2006, el archiconocido y polifacético músico de pop-rock Sting (Gordon Sumner) dejó atónitos a sus ya bastante mareados fans publicando Songs from the Labyrinth, una recopilación de canciones del músico renacentista británico John Dowland interpretadas con voz y laúd. Sting alcanzó la cumbre en el mercado de la música en los años ochenta con el trío The Police, un combo de los más representativos de la década en éxito de público y volumen de ventas, que se disolvió en la cima tras la publicación de Synchronicity (1983), su quinto álbum con ocho millones de unidades vendidas en EE.UU. y 500.000 en Europa. A pesar de su dominio demostrado de los códigos de éxito del rock, en sus discos en solitario Sting salió de la zona de confort fundiendo el pop con influencias jazzísticas y con sonidos étnicos de distintas partes del mundo. Asimismo, y no contento con su trayectoria musical, ha intervenido como actor en distintos largometrajes, entre los que destacan Quadrophenia (1979) o Dune (1984). Y ahora Dowland…
Aunque es un mal común entre estrellas de rock el meterse en terrenos ajenos, con mayor o menor fortuna, cuando aburridos de los suyo de siempre buscan algo más, no creo que éste sea el caso de Sting. Prueba del cuidado que se ha invertido en esta iniciativa es el hecho de que el CD fue editado por la prestigiosa casa de música “culta” Deutsche Grammophon, que no se la juega con payasadas de frikis. Y Sting, a pesar de sus poses punkis de finales de la década de los setenta, siempre ha mostrado en público una cultura e ilustración muy superior a la de la mayoría de sus colegas de profesión.
Pero ¿quién fue Dowland? Pues un compositor y laudista inglés o irlandés (poco se sabe de su vida, o más bien, poco sabe la Wikipedia) que nació a mediados del siglo XVI y murió en 1626. Parece ser que debido a su conversión al catolicismo no consiguió hasta relativamente tarde en su vida un puesto de músico cortesano en Inglaterra y estuvo al servicio de diversos nobles alemanes y del rey Christian IV de Dinamarca hasta 1612, año en que es admitido como laudista de la corte de Jacobo I, en su país. Publicó 87 canciones para voz y laúd recogidas en libros como Book of Songs of Ayres, A Pilgrim´s Solace o Musical Banquet. Representa el temperamento artístico isabelino y la “melancolía del siglo XVII” (esto no es de la Wikipedia). Esta tristeza o gravedad que emana de la música británica de laúd de la época también la hallamos en las piezas de vihuela española del mismo periodo.
Este disco no es un capricho de famosote porque Sting se pasó veinte años elucubrando y estudiando (entiendo) cómo interpretar con sus recursos la música de Dowland. Y se internó en el laberinto… Un dédalo en el que se encontró con, entre otros, Edin Karamazov, un experto músico bosnio de laúd; con un profesor de canto suizo que le “templó” la voz para poder cantar la obra de Dowland lejos de las estridencias del rock; y con un amigo que le regaló un laúd que lleva grabado en la madera el diseño del laberinto de la Catedral de Chartres (posteriormente reproducido en el jardín de su mansión o palacete). Creo que su aproximación a Dowland tiene un poderoso componente divulgativo, sin prostituir el original, que contribuye a difundir una música que de otra forma nunca llegará al gran público, a su público. Estas iniciativas siempre me han parecido maravillosas porque rompen esa estúpida creencia de que la cultura es algo que hay que tener en un pedestal, y que es algo solamente apreciable por los entendidos. Toda herencia cultural es de y para todos.
En este sentido, me han gustado mucho los dos comentarios que acompañan al vídeo de YouTube que he enlazado al final y que reproduzco íntegros a continuación. En el primer caso, el internauta en cuestión se presenta como contratenor y por tanto experto en el “bel canto”, pero afirma que no se necesita formación clásica para interpretar a Dowland, a diferencia de la ópera, porque, aunque esta música se interpretaba en la corte, también sonaba en las calles, entre el pueblo, y concluye refiriéndose al vídeo de Sting, “esta forma de interpretación es probablemente más cercana a cómo se interpretaba esta música en esos días”. El segundo testimonio, de uno que se confiesa musicólogo, arremete con la tendencia del siglo XX de acotar la música clásica al “dominio exclusivo de prodigios profesionales formados en el conservatorio”. Defiende que Sting trata esta música de forma musical, no museística.
No sé, pero a lo mejor conseguiríamos ampliar la difusión de la cultura si no estableciésemos esas reglas y poses, excluyentes y restrictivas, que le dan un carácter elitista que nunca debería tener.
Éstos son los comentarios que acompañan al vídeo en YouTube:
“I'm a countertenor, I have performed this music, I have the classical training. But I'm not agree that you "need a classcally trained singer" to sing Dowland. This is not opera (where the classical training is a must) this music was performed in court, but also in the streets by regular people, this was popular music! performed by anyone. Honestly this way of performance is probably closer to how this music was performed in those days.”
“As a musicologist, I heartily second that. Over the last century, classical music has become almost the exclusive domain of conservatory trained professional prodigies, and of learned standard interpretations. Amateurs are accepted as public only. It is laudible that Sting takes up this music as it should be treated: musically, not museally.”