La música siempre ha acompañado
los rituales esotéricos desde los albores de la civilización y aquellos ligados
a la masonería no son una excepción. La música es un elemento primordial en los
ritos masónicos, pues en palabras de Alfredo Melgar, Maestro masón de la Logia Concordia IV, al Oriente
de Madrid, la música “simboliza la armonía
del mundo y, muy en especial, la que debería existir entre todos los masones de
la Tierra”.
Numerosos músicos de renombre universal fueron masones, aunque los primeros
nombres que nos llegan a la cabeza siempre son los de Mozart y su amigo Haydn.
Tradicionalmente se asocia el
origen de la masonería a la construcción de las grandes catedrales europeas en la
Edad Media. Los equipos de artesanos y
arquitectos de los grandes templos habrían organizado sociedades secretas para
proteger sus conocimientos técnicos, que a la larga fueron adquiriendo
rituales, ceremonias iniciáticas y una simbología propia, con una fuerte
presencia de herramientas de diseño y construcción. Esta fase se conoce como “masonería
operativa”, es decir aquella que está centrada en la construcción de edificios
reales. A partir del siglo XVIII surge la denominada “masonería especulativa”,
que es la que conocemos hoy en día y que está desligada de la arquitectura
excepto en su simbología. Como su propio nombre indica, la “masonería
especulativa” tiene como objetivo pensar, filosofar acerca del templo ideal, ya
no físico, como metáfora del universo. La historia ortodoxa establece una línea
continua en el tiempo entre los constructores de las catedrales medievales y
los pensadores iluminados del siglo XVIII, pero a mí nunca me ha quedado tan
claro, pues ¿dónde estaban los masones desde el siglo XVI, cuando se acaban de
construir los grandes templos, hasta su reaparición como movimiento filantrópico
dos siglos más tarde? Pero no éste lugar para abrir ese debate.
La masonería concibe la música
como vehículo y a la vez construcción de carácter iniciático: el sonido sería
una piedra en bruto sin tallar y la música representa la piedra trabajada, cuyo
ensamblaje crea arquitecturas de armonías. Se establecen tres niveles de relación
entre música y masonería:
1. El paralelismo entre los tres
elementos para pulir la piedra y para perfilar las notas: la fuerza,
equivalente a la densidad, la sabiduría, equivalente al tempo, y la belleza, equivalente
a la frecuencia.
2. Las etapas de ensamblaje de la
obra: la pausa musical que equivale al Aprendiz masón, cuya tarea es cultivar
es silencio, el sonido de la nota, equiparable al Compañero masón, cuya función
es despertar su conciencia, y finalmente la melodía, simbolizada por el Maestro
masón, que coordina la obra arquitectónica en su conjunto.
3. Los métodos para alcanzar la
maestría del oficio: el Aprendiz masón debe descodificar los símbolos del arte
y en música hay que aprender los códigos de la escritura musical; el Compañero
masón aprende a interpretar los signos y valores específicos de las técnicas de
construcción, mientras que en el campo musical se aprende la ejecución del
canto, de los estilos y de la polifonía; finalmente, el Maestro masón aprende a
dirigir la obra en conjunto y el músico a interpretar la partitura completa.
Parece ser que en la masonería
operativa solamente se interpretaba canto, mientras que la especulativa introduce
conjuntos de voces e instrumentos, agrupados en la Columna de Armonía de la
logia.
https://www.youtube.com/watch?v=3qt_MlltQfI
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