viernes, 24 de junio de 2016

Ensemble Discantus - Santa María. Música de la corte de Alfonso X. España, siglo XIII

El conjunto francés Discantus es un grupo coral especializado en música medieval y renacentista que, fundado a principio de la década de los noventa del siglo pasado, tiene en su haber hasta dieciséis grabaciones discográficas contando esta que nos ocupa. Está compuesto por un total de entre seis y nueve voces coordinadas bajo la dirección artística de  Brigitte Lesne, que se encarga de diseñar los programas con la ayuda de la musicóloga Marie-Noël Colette.

A pesar de que su campo interpretativo se ha ampliado considerablemente, Discantus está especializado en la monodia y polifonía del Ars Antiqua, la escuela de Aquitania y la escuela de Notre-Dame en París, siglos XI al XIII, apoyándose en el estilo propio del canto gregoriano.

El disco que ha salido al mercado en abril de este año gira en torno a la música que se interpretaba en la corte de Alfonso X, y en concreto, hace hincapié en aquellas composiciones dedicadas a la Virgen María. De esta forma, el repertorio del CD se nutre de las Cantigas de Santa María, referencia obligada sobre la época, además de piezas pertenecientes al Códice de Las Huelgas y composiciones marianas de los trovadores Guiraut Riquier y Folquet de Lunel que pasaron largas estancias en la corte castellana del rey sabio.

Las Cantigas son uno de los grandes monumentos musicales del Medievo europeo. Escritas en gallego, recogen los milagros de la Virgen y cantos en su alabanza. Hay más de 400 y es casi segura la participación directa o indirecta de Alfonso X en su composición. La afición de los reyes castellanos de los siglos XII y XIII por la música es sobradamente conocida. Se cuenta que Sancho IV mantenía con sueldo fijo hasta 27 juglares y la corte de Alfonso el sabio era lugar de reunión de trovadores provenzales y gallegos y de juglares castellanos, de forma que constituía un foco cultural que apenas tenía equivalente en Europa.

De acuerdo con el musicólogo Daniel Vega Cernuda, el libro de las cantigas es una antología total de aquello que se cantaba en aquella época en la Europa occidental: canciones de gesta, romances, danzas, monodia litúrgica, melodías de troveros provenzales, Minnesänger alemanes y laudi italianas, lais, rondeaux…

La otra fuente de esta obra del grupo Discantus es el Códice del monasterio cisterciense de Las Huelgas, construido a las afueras de Burgos hacia 1187. El documento en cuestión contiene las piezas musicales utilizadas para el culto del propio centro que abarcan desde el siglo XII hasta el XIV, y supone una muestra bastante completa de los géneros y polifonías practicadas hasta entonces, a saber,  tropos, prosas, motetes y conductus.

Por otro lado, Guiraut Riquier fue una de los grandes trovadores occitanos. Nacido en Narbona, estuvo en la corte de Alfonso X entre 1270 y 1279 donde compuso numerosas obras de los 101 poemas que se le atribuyen. Este disco incluye su obra Humils, forfaitz, repres e penedens en cuyo texto pide perdón a la Virgen por sus pecados. El otro trovador presente en Santa María es Folquet de Lunel de Languedoc con el canto Dompna bona, bel'e plazens. Folquet también estuvo residiendo en la corte del rey sabio, pues se encontraba en 1269 en el cortejo del infante Pedro de Aragón cuando viajó a Toledo a entrevistarse con el monarca.

La cuidada interpretación que realiza el Ensemble Discantus de estas piezas medievales pone en evidencia la sobria belleza desnuda de una música destinada a acercar la voz humana a la madre de Dios.


miércoles, 15 de junio de 2016

¿Es delito usar sin permiso una adaptación de una pieza de música antigua?

Aturdido y confuso me deja la noticia que he leído sobre un joven documentalista especializado en cine que ha sido demandado por utilizar en un vídeo sobre el director Stanley Kubrick tres pistas de la banda sonora del film La naranja Mecánica (1971). Parece ser que el acusado, el británico Lewis Bond, ha creado un breve audiovisual sobre la filmografía de Kubrick que ha subido al canal de YouTube  Channel Criswell.

La empresa demandante, Serendip LLC, no tiene absolutamente nada que ver con el genial director de 2001, odisea del espacio, pero afirma tener los derechos de la banda sonora de A Clockwork Orange que está firmada por el músico Wendy Carlos (antaño conocido por Walter Carlos), responsable igualmente de la música de El resplandor (1980). Aunque el infractor Lewis Bond ha intentado llegar a un acuerdo con la empresa, esta se mantiene firme en la demanda exigiendo 150.000 dólares, cifra a la que el joven no puede responder.

De acuerdo con Serendip LLC, “las tres piezas objeto de esta reclamación pertenecen a la banda sonora de La Naranja Mecánica, y llevan por título Title Music From A Clockwork Orange, March From A Clockwork Orange y William Tell Overture”. Y añade la acusación “sin permiso de Serendip, Lewis Bond realizó obras derivadas de la música y de los registros de sonido de Wendy Carlos en la banda sonora del vídeo titulado Stanley Kubrick – The Cinematic Experience”.

No voy a entrar a juzgar lo justo o injusto de la demanda pues el tema de los derechos de autor en el ecosistema digital en que nos movemos es harto complejo. Pero sí me gustaría llamar la atención sobre un particular: la música objeto del delito no es original de Wendy Carlos sino que fue adaptada de piezas de música clásica casi en su totalidad. En concreto, el tema que abre La Naranja Mecánica es una versión tuneada de la Música para el funeral de la reina María de Henry Purcell compuesta en 1695. ¿Quién está robando a quién?

Todo el que haya visto el film de Kubrick puede reconocer al principio de la misma, nota a nota, la pieza de Purcell entre efectos electrónicos de mejor o peor gusto. Es verdad que Carlos consiguió que una bella y grave partitura fúnebre adquiriera un aire peligroso e inquietante que en la película envuelve perfectamente la introducción del protagonista, el psicópata Alex. Como en toda la obra de Stanley Kubrick, la música es un elemento esencial y no accesorio en la puesta en escena de las películas, un signo distintivo de su cine, podríamos añadir.

No obstante, el propio Kubrick reconocía su devoción por incluir música clásica en sus largometrajes, destacando en este sentido 2001, odisea del espacio (1968) y Barry Lyndon (1975). En una entrevista que concedió a Michel Ciment, publicada en 1980, el director justificaba su utilización de música no especialmente compuesta para sus películas: "A pesar de todo lo buenos que puedan ser nuestros mejores compositores de música para cine, no son unos Beethoven, unos Mozart o unos Brahms. ¿Por qué utilizar música peor cuando existe una gran cantidad disponible de música orquestal genial del pasado y de nuestro propio tiempo?"

Esto nos lleva a considerar la autoría y originalidad de Wendy Carlos en la banda sonora de La Naranja Mecánica. Si analizamos la lista de temas del film podemos comprobar que en su mayoría son de compositores antiguos: nos encontramos el citado arreglo de la partitura de Purcell, así como distintas versiones adaptadas de Beethoven, Rossini y la conocida Marcha de pompa y circunstancia de Elgar, amén de un par de canciones entre las que destaca la popular Singin´in the rain.

¿Realmente podemos afirmar que Lewis Bond ha robado una obra original? ¿No se trata realmente una banda sonora construida sobre partituras ajenas (ojo, sin menospreciar su valor como parte fundamental del largometraje)? Independientemente de lo que pueda decir la ley, y teniendo en cuenta por añadidura que el vídeo infractor es un sincero homenaje a la obra de Kubrick, yo pienso que es un tema que ha ido demasiado lejos.


jueves, 9 de junio de 2016

Desde La Haya Collegium Musicum: revisitando a Carl Philipp Emanuel Bach

Prácticamente ya fuera de los límites del Barroco y poco antes del Romanticismo decimonónico, el estilo germano conocido como Empfindsamer Stil o Empfindsamkeit es un género musical altamente emotivo que se desarrolla en la segunda parte del siglo XVIII, especialmente en el Berlín de la corte prusiana de Federico el Grande. La traducción del vocablo Empfindsam puede ser algo así como sensible, ultrasensitivo o sentimental. Hablamos por tanto de una música que se dirige a provocar las emociones extremas, a reflejar los sentimientos verdaderos y naturales y los bruscos cambios de ánimo.

Precisamente, el conjunto barroco afincado en Holanda Collegium Musicum den Haag publicó en 2015 el álbum Empfindsam, grabado el año anterior, para conmemorar el trescientos aniversario de Carl Philipp Emanuel Bach, uno de los compositores clave a la hora de abordar este género musical. Para el italo brasileño Claudio Ribeiro, el director del ensemble, este músico, el segundo hijo sobreviviente (quinto en orden de nacimiento) de Johann Sebastian, es quien mejor representa los ideales del estilo.

Carl Philipp Emanuel Bach estudió música con su padre y jurisprudencia en la universidad, aunque nunca llegó a ejercer la abogacía. En cambio, entró en 1738 a trabajar como músico de la corte prusiana en Berlín y tras la coronación de Federico el Grande en 1740 pasó a formar parte de la orquesta real, adquiriendo una importante fama internacional como teclista.

Entre sus composiciones, que comienza a escribir en 1731, destacan hasta treinta sonatas y conciertos para clavecín y clavicordio. También adquirieron renombre en la época sus retratos berlineses, como La Carolina, que son piezas para tecla en solitario.

El trabajo que nos ocupa presenta una sonata, un concierto y una sinfonía de este autor. En Empfindsam las sonatas de Carl Philipp Emanuel están representadas por la que lleva la notación Wq. 90 (Wq. es la abreviatura de Wotquenne, un índice bastante antiguo elaborado por Alfred Wotquenne), compuesta hacia 1775 para violín y cello en La menor. Por su parte, la sinfonía que ha sido grabada es una de las más populares del compositor, la primera (en Re mayor) de las cuatro que llevan el número Wq. 183. Cierra la representación de su obra el concierto para clave Wq.14.

Completan el CD dos piezas más de otros dos compositores. Por una parte, encontramos una sinfonía del hermano de Carl Philipp Emanuel, Wilhelm Friedemann Bach. Se trata de la Sinfonía para cuerda en Fa Mayor F 67 “Disonante”, un ejemplo de sinfonía primitiva a caballo entre el Barroco y el Clasicismo que pudo haber compuesto en durante su estancia en Dresde entre 1733 y 1746.

La segunda obra ajena es el Concierto III para flauta de los dos conciertos de Francesco Barbella que están incluidos en el Manuscrito de Nápoles, un documento que data de 1725 aproximadamente y que reúne composiciones de diversos autores de la época.


Collegium Musicum den Haag es un conjunto formado en 2006 por jóvenes músicos de distintas partes del mundo que acudieron a La Haya para perfeccionar su formación musical, especialmente en el campo del Barroco. El resultado es un equipo de profesionales de la música fresco y dinámico con una extraordinaria capacidad para realizar una relectura del repertorio tradicional de la música antigua en base a los descubrimientos hechos en este campo durante las últimas décadas.


domingo, 5 de junio de 2016

La flauta shakuhachi suena en la UVI: terapia musical para el dolor

No es la primera vez que se da cuenta de la aplicación de la música para paliar el sufrimiento o para procurar el reposo psicológico de pacientes hospitalizados en estado grave. En este caso la experiencia se basa en la flauta shakuhachi que está estrechamente ligada a la cultura medieval japonesa y a una escuela budista, la de los monjes zen de la secta Fuke, conocidos como “los monjes del vacío”, utilizaban este instrumento dentro de la práctica ritual del suizen. Parece ser que la música se adaptaba a la respiración del intérprete mezclando la melodía con la meditación.

El caso es que dentro del programa de la asociación Música en Vena, el maestro de la flauta shakuhachi Rodrígo Rodríguez ha interpretado la música bella y enigmática que emana de este instrumento milenario en el Hospital 12 de Octubre Madrid, en concreto ha tocado para los pacientes ingresados en la UVI Politraumático, la UVI Polivante y la UVI Pediátrica.

Tal y como describe el artículo del diario El Mundo, algunos enfermos del fondo, al escuchar la melodía que interpreta Rodrigo, creen que procede de una radio, pero cuando el músico pasea lento con la flauta a los pies de sus camas, se dan cuenta que alguien está tocando para aliviar su dolor.

Rodrigo Rodríguez ha estudiado en Japón música clásica y tradicional bajo los linajes de Katsuya Yokoyama en «The International Shakuhachi Kenshu-kan School» a cargo del Maestro Kakizakai Kaoru. Tiene una amplia trayectoria profesional en este campo y una discografía que se puede consultar en su página web y es actualmente uno de los grandes expertos occidentales en este instrumento.

Curiosamente, el uso de escalas pentatónicas, que comúnmente asociamos al blues o al rock, está en Oriente históricamente relacionado con prácticas del Budismo y el Sintoísmo, en concreto con fines que comprendían efectos apotropaicos, funerarios o de purificación. Los sonidos fundamentales tomados de los cinco orificios de la flauta forman una escala pentatónica menor, sin utilizar técnicas que implican el uso de la escala cromática, como meri o kari, que son los semitonos añadidos en el shakuhachi.

Como subraya la declaración de un facultativo del centro en el  artículo de El Mundo, «Hay estudios que indican que la música produce efectos beneficiosos. Calma hipertensiones, reduce la ansiedad, disminuye la necesidad de tanta sedación, contribuye a la normalización de los parámetros fisiológicos y ayuda a controlar el dolor y la incomodidad de los pacientes. Llevamos cerca de un año con ello y ahora vamos a investigarlo de forma científica».

Y en concreto, en mucha de la sabiduría pagana y ancestral en torno a la superstición japonesa se utilizan sonidos con efecto apotropaico, que es el mecanismo de defensa que la tradición y las pseudociencias atribuyen a determinados actos, rituales musicales, objetos o frases formularias. No solo se pretende alejar el mal a nivel físico, sino también el que subyace en un nivel profundo emocional y psicológico.

La actuación de Rodrigo Rodríguez se enmarca dentro de una iniciativa más amplia de la Unidad de Cuidados Intensivos del madrileño Hospital 12 de Octubre, uno de los primeros equipos de España en desarrollar un experimento para el confort de los enfermos, las familias y los profesionales de estas áreas de vigilancia absoluta: música en directo, sensores de ruido, medidores de luminosidad, horario de visitas ininterrumpido, información empática a la familia y hasta yoga para el personal que se apunte.

Toda la información se puede leer en este artículo de El Mundo.
 Fotografía: El Mundo