jueves, 25 de enero de 2018

Javier Núñez y la música para clave emocional de Bach

Bach fue contemporáneo de algunos de los grandes científicos del siglo XVII, como Newton, Euler o Leibniz, y siempre ha sido destacado el rigor matemático de su obra, de forma que se considera que contribuyó con su música a la revolución intelectual de su era.

Y sin embargo, la precisión y el rigor geométrico de sus composiciones no las exime de portar una importante carga emotiva, puesto que invocan todo un espectro de sentimientos: desde la desesperación a la alegría, de la tristeza al alivio, desde el deleite a la melancolía.

Esta faceta emocional de la creación de Johann Sebastian Bach es la que ha elegido el clavecinista Javier Núñez como eje de su nuevo proyecto en solitario, el disco Affectus.

Javier Núñez Rivera es miembro de grupos de música antigua como Accademia del Piacere, More Hispano e I Fedeli, aunque también lleva a cabo una intensa carrera como solista.

Ha participado en numerosas grabaciones discográficas, entre las que destaca su primer disco en solitario à modo Italiano de 2014 en donde interpretó música para tecla barroca de compositores de Nápoles, Roma y Ferrara.

En su último lanzamiento los afectos articulan la obra, pues como explica el propio Núñez, “el Barroco pretendía agitar y mover el espíritu humano (affectus exprimere) hacia las pasiones más extremas”. Es en esta época cuando la representación de las pasiones se convierte en la esencia misma de la música y, si bien se trata de un fenómeno que se extiende por toda Europa, es en Alemania donde se estudia con más intensidad esta relación entre música y sentimiento.

La denominada Doctrina de los afectos, en alemán Affektenlehre, es un movimiento estético que se extiende aproximadamente del año 1600 al 1750 y está basado en la idea de que las pasiones se podían representar a través de las artes: la música, la pintura y el teatro.

Ya el filósofo francés René Descartes afirmaba, como enmarcando esta vocación de la música barroca, que “la base de la música es el sonido” y que su función es “agradar y despertar emociones variadas en nosotros”.

El compositor y teórico alemán Johann Mattheson (1681-1764) abundó en el estudio de los afectos musicales, especialmente a través del uso de intervalos.

La obra de Mattheson de 1739 Der vollkommene Capellmeister (El perfecto maestro de capilla) estudia las emociones asociadas a los intervalos y señala, como por ejemplo, la tercera mayor transmite vitalidad, mientras que la menor lamento, la quinta, energía y la séptima, súplica.

También la armadura musical tenía establecida una relación con los estados de ánimo.

En concreto, se asocian las siguientes relaciones entre armaduras y pasiones del alma humana:

  •    Do mayor: regocijo
  •     Do menor: dulzura triste
  •     Re mayor: testarudez, beligerancia
  •     Re menor: devoción, gravedad, paz de espíritu
  •     Mi bemol mayor: lastimero
  •     Mi mayor: la separación fatal entre cuerpo y alma
  •     Mi menor: doliente, pero con esperanza
  •     Sol bemol menor: agotamiento, abandono
  •     Sol mayor: persuasivo y brillante
  •     Sol menor: amabilidad, belleza
  •     La mayor: cautivante, claro
  •     La menor: honorable, calmado
  •     Si bemol mayor: magnífico aunque modesto
  •     Si menor: desagradable y desesperado

El tempo era un elemento más para inyectar distintas pasiones en la música.

De nuevo Mattheson nos ilustra en este sentido, planteando cómo el adagio expresa tristeza, lento transmite alivio, andante, esperanza, affettuoso, amor o allegro, consuelo.

Johann Mattheson fue un teórico de los afectos, pero músicos como Johann Sebastian Bach pusieron en práctica de forma activa la generación de emociones a través de sus composiciones. La Doctrina de los Afectos podía estar presente en la música vocal, como la Kreuzstab Cantata (BWV 56) de Bach que analiza Georg Corall[1], pero también en la instrumental, en la que cada movimiento o parte de una obra se centra en una emoción o sentimiento en particular.

Javier Núñez ha reunido en su disco una selección de piezas para clave de Bach que ilustran los distintos estados emocionales del alma que puede producir la música.

La colección, que califica el intérprete de “caleidoscópica” en el libreto que acompaña al CD, incluye obras célebres y otras pertenecientes a algunos de sus libros más conocidos, como El arte de la fuga (BWV 1080) y de los ciclos El clave bien temperado.

El arte de la fuga fue publicado en 1751, ya muerto Bach, y es una de las grandes obras de la historia de la música.

Núñez ha incluido en su grabación dos contrapuntos procedentes de  este libro, la  Fuga I sobre el tema principal a cuatro voces y la doble fuga al espejo a tres voces basada en el principio (Contrapunto IX).

Por su parte, de la obra El clave bien temperado, también publicada a título póstumo, el CD contiene dos de los preludios y fugas (BWV 849 y BWV 870), uno de cada uno de los dos volúmenes.

También están presentes en el volumen la suite para laúd en mi menor BWV 996, la coral Lobt Gott, ihr Christen, allzugleich BWV 732 y la Fantasía cromática y fuga en re menor BWV 903, entre otras piezas.

Tenemos en este disco una rica muestra de cómo uno de los grandes maestros universales de la música crea o potencia los distintos estados anímicos del ser humano a través de sus composiciones. Un bello catálogo de los estados del alma.
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 [1] Georg Corall, Johann Sebastian Bach’s Kreuzstab Cantata (BWV 56): Identifying the Emotional Content of the Libretto. 2015

domingo, 14 de enero de 2018

Los enigmas musicales de Lodovico Agostini

Encerrar adivinanzas en piezas polifónicas es uno de los méritos por los que la posteridad recuerda al músico renacentista Lodovico Agostini. La genialidad que supone construir enigmi musicali, pues así eran conocidos estos madrigales acertijo destinados a entretener a nobles y cortesanos, justifica sin duda la atención concedida a la pintoresca obra de este singular personaje. ¿Se trataba de música o solamente de meros pasatiempos? ¿Pertenecían a la familia madrigalista o eran un género aparte? En cualquier caso, Agostini nos legó una serie de libros de enigmi  y otras adivinanzas, que en su día compuso para su patrón y protector, el duque de Ferrara Alfonso II de Este, y que hoy despiertan una profunda curiosidad.

Estos enigmas musicales son piezas para el canto polifónico, que a primera vista tienen textos y texturas como los de los madrigales ordinarios, pero en el que no todas las voces aparecen anotadas. Generalmente, una de las voces debe ser descifrada a partir de la notación musical y de un poema críptico que ofrece instrucciones. La voz que contiene la solución al acertijo (risolutione) se mueve de forma independiente del resto, tanto en términos musicales como de texto, durante casi toda la pieza.

Lodovico Agostini nació en Ferrara en 1534 y bien pudo estudiar música en Roma, puesto que hay un madrigal suyo publicado en dicha ciudad (Occhi soavi e belli) en 1562. Tomó los hábitos del sacerdocio y hacia 1572 figura como cantor de la capilla musical de la catedral de San Giorgio de Ferrara. Su primera obra en solitario, Musica di Lodovico Agostini ferrarese, sopra lerime bizzarre di M. Andrea Calmo [Libro primo], fue publicado en Milán, lo que sugiere que residió allí un tiempo. Esto último es reforzado por el hecho de de que su libro de 1570 Musica di don Lodovico Agostini ferrarese il Primo Libro de madrigali  a  cinque  voci está dedicado al embajador de Ferrara en Milán. A finales de la década de los 70 ya había entrado al servicio del duque de Ferrara como músico y siempre fue muy apreciado por Alfonso II de Este.

Con el duque Alfonso II la corte de Ferrara vive un esplendor cultural que finalizó con su muerte en 1597 y con la incorporación del ducado a los Estados Pontificios. Aparte de Agostini, coincidieron en el entorno de los Este grandes nombres del Renacimiento musical tardío, como el organista Luzzasco Luzzaschi o el madrigalista asesino Carlo Gesualdo.

Los juegos y pasatiempos eran muy apreciados por la familia Este; se cuenta que Borso de Este tenía una pista de tenis cubierta en el palacio de Belriguardo. A los deportes, las justas, la danza y los juegos de mesa se unía la música como actividad lúdica. Una manera de conseguir el favor de la corte era participar con éxito en juegos musicales, ya fuese como creador o compositor, o como intérprete, destacando por la destreza técnica.

El poeta y secretario del duque Hércules II de Este Giovanbattista Giraldi Cinzio en sus consejos a jóvenes de la nobleza situaba a la música como uno de los “juegos decentes” (giuochi onesti), equiparándola con el ajedrez, si bien recomendaba que se practicase de manera que la virtud no se convirtiese en un vicio (“Ma il tutto si dee fare con tal modo che non riesca la virtù vizio”).

Este marco lúdico musical fue sin duda el caldo de cultivo idóneo para que Lodovico Agostini desarrollase sus famosos enigmas musicales. Las insinuaciones y los dobles sentidos que impregnaban los enigmi probablemente entusiasmaban al duque Alfonso, quien al igual que otros miembros de su familia, era un guasón reconocido y amigo de las bromas y chistes infantiles.

Agostini publica el primer libro de enigmas musicales en 1571 y, aunque está dedicado a los hermanos romanos Giovanni  Piero  and  Tiberio  Cerasi, parece ser que el autor no se encontraba en ese momento en la Ciudad Eterna sino en el norte de Italia. La obra contiene enigmas y también madrigales convencionales y canciones a varias voces.

Al año siguiente salen a la luz dos nuevos libros: Libro secondo de madrigali a quatro voci y Canones, et Echo sex vocibus. Este último incluye cinco cánones criptográficos en la línea de los enigmas (se parecen a estos excepto en que no incluyen poema de instrucciones encriptadas), algunos con la solución escrita en el texto y otros sin ella.

En 1581 publica en Venecia un segundo libro de enigmas L’Echo,  et  enigmi  musicali  a  sei  voci,  libro  secondo. Contiene menos enigmas que su predecesor, seis y un canon críptico,  y, sin embargo, los acertijos son más complejos. El volumen Il nuovo Echo a cinque voci . . . libro terzo de 1583 está dedicado a Alfonso II de Este y contiene tan solo un enigma, De l’odorate spoglie, el último que publicó Agostini.

El participar en la resolución de los enigmi de Lodovico Agostini requería del cortesano unos conocimientos muy avanzados de técnica musical, no se trataba solamente de ser un buen intérprete.

Laurie Stras de la Universidad de Southampton (‘Al gioco si conosce il galantuomo´: artífice, humour and play in the enigmi musicali of Don Lodovico Agostini, Early Music History (2005) Volume 24)  nos ofrece un ejemplo de cómo planteaba Agostini sus enigmas, basándose en el que abre el primer libro, Un mal è che mi rende afflitto e mesto.

Un mal è che mi rende afflitto, e mesto,
un remedio può sol farmi contento,
un Re mi tien oppresso, et m’è molesto,
un Re mi fa gir fuori di tormento,
un Re mi fa sol lieto a tutte l’hore,
un Re mi fa sol lasso, e quest’è Amore.

Se podría traducir como:

Una enfermedad me tiene afligido y triste,
Un remedio solamente puede contentarme,
Un rey me mantiene oprimido y me maltrata,
Un rey me exilia del tormento,
Un rey tan solo me mantiene feliz todo el rato,
Un  rey tan solo me mantiene desdichado, y este es Amor.

Cada línea va aportando información y el último verso desvela todas las sílabas hexacordales (un Re mi fa sol lasso).

¿Eran música o simples pasatiempos, volvemos a preguntar? En última instancia un maravillosos ejemplo de lo que puede dar de sí la creatividad humana.