Es de sobra conocida la abundancia de referencias musicales en la obra cervantina. No son pocos los estudiosos que han puesto gran empeño en desentrañar e identificar los nombres de danzas, las canciones y las alusiones a instrumentos que proliferan en las páginas de este genio literario, y que nos ayudan a reconstruir las preferencias de los oídos de aquellos que habitaron en aquel primer Barroco español.
En numerosas escenas, los personajes de Cervantes nos deleitan con algún número musical, ya sea cantando sobre un soneto o un romance, ya bailando la chacona o la zarabanda, ofreciéndonos una información valiosísima de primera mano acerca de las formas artísticas del Siglo de Oro. Hasta el bueno de don Quijote, su creación más emblemática, se atreve a interpretar un canto bajo la ventana de la guasona doncella Altisidora -capítulo XLIV de la segunda parte-, acompañándose de un laúd o de una vihuela, que el autor no lo deja claro, si bien es más que probable que fuese esta última, dada la escasa presencia del laúd en la España renacentista.
Las Novelas Ejemplares no son una excepción, y la música aparece ocasionalmente jalonando las distintas escenas, si bien está más presente en algunos relatos que en otros. Aunque Miguel de Cervantes publica esta colección de novelas en 1613, es probable que fueran escritas en distintas épocas. La obra supone una adaptación del relato breve tan popular en Italia a la literatura española, un esfuerzo que continuará en la primera parte de Don Quijote de la Mancha, cuando incluye entre sus páginas la novela de El curioso impertinente y la historia del cautivo que llega a la venta huido de Argel acompañado de la mora Zoraida.
Doce son las novelas que integran el volumen, si bien solamente hay referencias musicales más o menos concretas en cuatro de ellas, en concreto, La Gitanilla, Rinconete y Cortadillo, La ilustre fregona y El celoso extremeño.
En La Gitanilla la música forma parte de la esencia misma de la historia que cuenta Cervantes, dado que la protagonista, la joven Preciosa, se gana la vida cantando en las calles a cambio de dinero, acompañándose de la percusión de las sonajas y el panderete:
Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, de seguidillas y zarabandas, y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire
El relato está cuajado de versos, que, bien cantados, bien recitados, ofrecen al lector una muestra de las formas poéticas del momento. De esta forma, encontramos sonetos, romances y hasta silvas, combinado endecasílabos y heptasílabos, como las que cantan a dúo Andrés y Clemente, tocando sendas guitarras, pues, nos dice el autor, entrambos eran aficionados a la música.
La novela Rinconete y Cortadillo ha sido a veces asociada con la escena por su estructura y características, y, en concreto con el entremés, como nos recuerda el profesor Manuel Piqueras Flores (La música como elemento constituyente de estructura dramática en las Novelas ejemplares). De esta forma, al igual que en el teatro de la época, el relato incluye un número musical, cuando los personajes cantan unas seguidillas en el patio de Monipodio, acompañándose de instrumentos improvisados:
...la Escalanta, quitándose un chapín, comenzó a tañer en él como en un pandero; la Gananciosa tomó una escoba de palma nueva, que allí se halló acaso, y, rascándola, hizo un son que, aunque ronco y áspero, se concertaba con el del chapín. Monipodio rompió un plato y hizo dos tejoletas, que, puestas entre los dedos y repicadas con gran ligereza, llevaba el contrapunto al chapín y a la escoba.
Sin embargo, es La ilustre fregona la novela que más referencias musicales contiene de todas. Aparte de las coplas, sonetos y romances que se cantan en el texto, aparece una referencia a instrumentos de la época (al son de la arpa y de una vihuela, con maravillosa voz, oyeron cantar este soneto), y otra a danzas (toquen sus zarabandas, chaconas y folías al uso).
Una de las figuras más conocidas y más celebradas del baile barroco es la chacona, que se supone que llegó a la península ibérica desde los territorios americanos de ultramar. Miguel de Cervantes parece avalar esta tesis en esta novela ejemplar cuando uno de sus personajes canta una chacona definiendo la danza como “esta indiana amulatada”. También da cuenta el escritor del carácter alegre y desenfadado de este baile:
Bulle la risa en el pecho
de quien baila y de quien toca,
del que mira y del que escucha
baile y música sonora.
Cuando el marido de Leonora cae en un profundo sueño provocado por la droga que le suministran sus criadas, Loaysa, que así se llamaba el pretendiente, es introducido en la casa y monta una verdadera fiesta por la noche con su guitarra y sus cánticos:
Pues, ¿qué diré de lo que ellas sintieron cuando le oyeron
tocar el Pésame dello y acabar con el endemoniado son de la zarabanda, nuevo
entonces en España? No quedó vieja por bailar, ni moza que no se hiciese
pedazos, todo a la sorda y con silencio estraño, poniendo centinelas y espías
que avisasen si el viejo despertaba.