jueves, 31 de octubre de 2013

¿Acaso no fueron presentados Dowland y Shakespeare?

Todo aquel que haya mostrado alguna vez afición por la cultura inglesa del siglo XVI y que haya profundizado algo en las distintas manifestaciones artísticas de la época se habrá enfrentado a la siguiente pregunta: ¿colaboraron de alguna manera en algún proyecto común el dramaturgo y poeta William Shakespeare y el músico John Dowland?

La cuestión no es baladí. Ambos personajes son contemporáneos, nacidos con un año de diferencia, y ambos recibieron merecida fama y reconocimiento en vida, en sus respectivos campos, por parte de la sociedad isabelina. Necesariamente tuvieron que coincidir en aquel Londres renacentista.

No obstante, no existe ninguna evidencia de que trabajasen juntos en alguna ocasión. No hay pruebas de que el laudista compusiese música para las obras de teatro del de Stratford, ni que éste nutriese con su poesía las melodías melancólicas de Dowland. Sin embargo, tanto John Dowland como William Shakespeare compartían en sus textos poéticos esa visión triste y desgarradora del amor, por otro lado tan de moda en la Inglaterra de la época.

En el caso de Shakespeare, de sus 154 sonetos, 126 de los mismos están dedicados a un misterioso y noble joven cuya relación con el poeta, basada mayormente en intrigas diversas y episodios de celos, convierten la serie de poemas en un auténtico culebrón. Por cierto, hace algunos años me tomé la molestia de traducirlos y colgarlos en Internet. Júzguese la hazaña con benevolencia, pues hice lo que pude en la medida de mis posibilidades y conocimientos.

Dowland es asimismo, no ya un escritor trágico, sino una personalidad mustia y depresiva. Prueba de ello es la firma que solía utilizar, escrita en latín: Semper Dowland, Semper Doles (Siempre Dowland, Siempre Doliente). Convierte su obra musical (especialmente sus 87 canciones para voz y laúd)  en un tratado sobre la desdicha, mayormente por causas del corazón, cuyo paradigma es la composición Flow My Tears (Fluyen mis lágrimas). Asimismo, se le atribuye la importación desde Italia de las escalas menores, que tienen la capacidad de expresar, en general, una mayor gravedad y melancolía que las mayores.

Uno de los problemas que nos encontramos al intentar asociar a ambos artistas es que no ha llegado hasta nosotros música contemporánea a las obras dramáticas de Shakespeare, con la excepción de la canción “It was a lover and his lass” del madrigalista Thomas Morley, incluida en la obra As You Like It. De acuerdo con la información de que disponemos, la relación entre su teatro y la música empieza con compositores posteriores a él, como Purcell, Locke, Robert Johnson, Bannister o Pelham Humphrey.

Pero sabemos que las puestas en escena de William Shakespeare dependían enormemente de la música. El profesor Pere Ros Vilanova  lo define así:
“..contaban siempre con un equipo de músicos emplazados en el escenario encargados de la ejecución de músicas utilitarias, como son las fanfarrias para las entradas y salidas de personajes reales, los cambios de escena, el acompañamiento de canciones precisas marcadas por el guión e interpretadas por los mismos actores, los epílogos de las obras, etc”.
¿Por qué no ha sobrevivido la música de sus obras? Una razón muy simple, pero no por ello desdeñable, es la de Christopher Wilson (Shakespeare and Music, 1922) quien defiende que eran piezas construidas sobre melodías populares tan conocidas en su momento que nadie se molestaba en escribir para legarlas a la posteridad.

David J. Minton (Poetry and Song: Shakespeare and his Contemporaries), por el contrario, considera que a lo mejor las obras de teatro no se consideraban como arte sino como un vehículo efímero de entretenimiento. De esta forma, la música asociada a las mismas tampoco merecía sobrevivir a su época. Apoya esta tesis el hecho de que se intentaba en la medida de lo posible que no circulasen versiones escritas de los textos, para evitar la piratería por parte de compañías rivales.

Las artes escénicas se consideraban un pasatiempo indecente y por ello los primeros teatros londinenses se construyeron extramuros, en la ribera del Támesis, entre las tabernas y los burdeles.

Volviendo al tema que nos ocupa, la ausencia de relación profesional aparente entre Shakespeare y Dowland, hay que destacar que durante un tiempo se atribuyó al bardo de Stradtford un soneto que mencionaba al doliente Dowland. Se trata de If music and sweet poetry agree publicado en la antología de Richard Barnfield The Passionate Pilgrim (1599).

Sin embargo, el poema es de la propia pluma de Barnfield, a quien por cierto se considera a veces como precursor del estilo del propio William Shakespeare como poeta. Reproduzco, para acabar, la pieza citada, consciente de que este articulillo ha aportado bien poco a la misteriosa relación entre Dowland y Shakespeare.

If music and sweet poetry agree,
As they must needs, the sister and the brother,
Then must love be great 'twixt thee and me,
Because thou lov'st the one, and I the other.
Dowland to thee is dear, whose heanvenly touch
Upon the lute doth ravish human sense;
Spencer to me, whose deep conceit is such,
As, passing all conceit, needs no defence.
Thou lov'st to hear the sweet melodious sound
That Phoebus' lute, the queen of music, makes;
And I in deep delight am chiefly drown'd,
When as himself to singing he betakes.
One god is god of both, as poets feign;
One knight loves both, and both in thee remain.

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