sábado, 5 de octubre de 2013

Giovanni Paisiello, al servicio de su Majestad Imperial Napoleón I


Aunque este blog centra sus artículos en la música antigua, hoy me apetece dar un salto en el tiempo hasta el clasicismo y hablar del gran Paisiello. Relata George T. Ferris en su obra Great Italian and French Composers (1891) una curiosa anécdota de Giovanni Paisiello. Parece ser que en cierta ocasión el músico se dirigió a Napoleón Bonaparte con el tratamiento regio de Sire:
 
“¿Sire, a qué os referís?” contestó el primer cónsul. “Soy un general y nada más.”
“Bueno, general”, continuó el compositor, “he venido para ponerme a las órdenes de su majestad.”
“Me veo obligado a suplicaros”, insistió Napoleón, “que no os dirijáis a mí en esos términos”.
“Perdonadme, general”, dijo Paisiello. “Pero no puedo abandonar esta costumbre que he adquirido a fuerza de tratar a soberanos, quienes, comparados con vos, no son sino pigmeos. No obstante, no olvidaré vuestras órdenes, y, si he sido tan desafortunado como para ofenderos, tendré que arrojarme en brazos de la indulgencia de vuestra majestad.”


Éste era Giovanni Paisiello, el músico que se codeó con reyes y emperadores. Sin embargo, antes de servir al mismísimo Napoleón ya había trabajado en la corte rusa de Catalina la Grande, por quien fue personalmente invitado en 1776 a viajar a San Petersburgo para ejercer de músico palaciego. Tenía 35 años entonces. En los nueve años que pasó allí compuso algunas de sus mejores óperas, como su versión de El barbero de Sevilla, cuyas vicisitudes ya tratamos aquí en otra ocasión.

Cuentan que era tal la devoción que la emperatriz sentía por él que una vez que el músico la acompañaba interpretando una canción, ella advirtió que tititaba a causa del frío intenso y, sin pensárselo, se despojó de su espléndido manto de armiño decorado con cierres de brillantes y se lo puso al músico sobre los hombros.

Tras su aventura en tierras rusas volvió Paisiello a Italia y fue reclutado como maestro de capilla, esta vez por Napoleón Bonaparte. No comulgaba el músico con la forma despótica con la que dirigía el francés las artes y las letras, más no le quedo otro remedio que aceptar, temiendo las consecuencias que podría acarrear la negativa.

El grado de confianza de que el compositor hacía gala ante el futuro emperador queda patente en el siguiente sucedido: quejose Napoléon de la ineficiencia del servicio de capilla y le contestó Paisiello, “no puedo culpar a la gente de realizar su trabajo de forma descuidada cuando no es remunerada justamente”. No le faltaban agallas al italiano.

Una de las numerosas virtudes musicales de Giovanni Paisiello era la composición de misas con gran celeridad. Fue ésta una fuente de ingresos notable para él, si tenemos en cuenta que cobró 10.000 francos por escribir la misa de la coronación de Napoleón y que recibía 1.000 por cada una de las ordinarias.

Su técnica, nos informa Ferris, consistía en adaptar temas amorosos al escenario religioso, cambiando para ello las palabras por otras más sujetas al contexto sacro:
“Sus misas eran obras de pastiche compuestas de trozos selectos de sus óperas y de otras composiciones. Esto resultaba fácil de hacer porque la música es arbitraria en sus asociaciones. Canciones de amor de tipo sentimental y apasionado eran rápidamente convertidas en religiosas utilizando las palabras adecuadas.”

Sus problemas de salud le obligaron a retornar a Nápoles, su ciudad natal, donde entró al servicio del rey Joaquim Murat. Murió en junio de 1816 y aunque su buena estrella se había marchitado con la caída de la familia Bonaparte, fue despedido con un magnífico funeral cortesano.

Giovanni Paisiello es el autor de 78 óperas, de las cuales 27 son serias y 51 cómicas, ocho intermezzi, e innumerables cantatas, oratorios, misas, etc. Destacan los expertos sobre su técnica la simplicidad y la huida de los artificios musicales; no los necesitaba para crear melodías tan bellas como evocadoras. Según el crítico belga François-Joseph Fétis, contemporáneo a Paisiello, éste “no necesitaba recurrir al artificio musical y la complicación para esconder la pobreza inventiva.” No, Paisiello construía la melodía más hermosa desde la sencillez técnica absoluta.


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