El pasado sábado 11 de agosto tuvo lugar en la ermita de San Roque de Sigüenza un recital de música española de los siglos XVI y XVII a cargo de Juan Carlos Rivera. El evento estuvo encuadrado dentro del ciclo de veladas musicales estivales que organiza la Asociación de Violería y Organología Instrumental Romanillos-Harris, institución que preside el lutier y maestro de violeros y guitarreros José Luis Romanillos Vega.
Juan Carlos Rivera es uno de los intérpretes españoles de música antigua de más proyección internacional y ha actuado, tanto en solitario como dentro de conjuntos, en Estados Unidos, Latinoamérica, Europa y en el norte del continente africano. Rivera ha formado parte de la Orquesta Barroca de Sevilla y de renombrados grupos como Al Ayre Español, Poema Harmónico, Accademia de Piacere o La Grande Chapelle. Actualmente dirige el ensemble Armoniosi Concierti, con el que lleva a cabo una intensa actividad concertística, y también ejerce la enseñanza desde la cátedra de Instrumentos de Cuerda Pulsada del Renacimiento y Barroco del Conservatorio Superior de Música “Manuel Castillo” de Sevilla.
A última hora de la tarde, una vez que el calor había relajado su rigor, la ermita de San Roque acogió a más de una centena de personas, completándose de esta manera el aforo previsto para el evento. El templo, un edificio edificado en el siglo XIX situado en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, es actualmente un centro cultural polivalente que alberga desde exposiciones de arte hasta sesiones musicales. Sobre estas últimas, hay que subrayar que dispone de unas condiciones acústicas óptimas que permiten escuchar el sonido con nitidez desde cualquier posición del recinto, algo especialmente importante cuando se trata de instrumentos con poca proyección sonora, como puede ser la vihuela.
Tras la introducción institucional por parte de la organización del concierto, tomó la palabra José Carlos Cabello director del sello discográfico Cantus Records, quien introdujo la figura de Juan Carlos Rivera y contextualizó de forma apasionada el repertorio que los asistentes estaban a punto de escuchar. Aquí me surge una pequeña reflexión sobre un tema que hemos tratado abundantemente en este medio: cómo conseguir hacer atractiva la música del pasado para el gran público actual. Puede haber una pista al respecto en la forma en que Cabello le contó al público lo que iba a ver esa noche. Consiguió transmitir su entusiasmo al auditorio y convencerle de que iba a asistir a un evento de excelencia muy valioso, haciéndole de esta forma sentir privilegiado. En términos mercantilistas, consiguió “vender” el producto. Quizá no basta con plantear eventos o grabaciones de calidad, sino que hay que saber “envolverlas” debidamente, para que a quien no está familiarizado con este tipo de sonido le resulte interesante y atractivo.
En línea con lo dicho en el párrafo anterior, el repertorio seleccionado por Juan Carlos Rivera también respiró un aire didáctico, pues se propuso en una actuación de hora y media plasmar la evolución de la técnica de la cuerda pulsada en España, desde el Renacimiento hasta el Barroco. A tal efecto, el recital estuvo dividido en dos bloques: el primero dedicado a la vihuela y un segundo protagonizado por la guitarra barroca.
De esta forma,el público pudo apreciar la refinada técnica de punteado de la vihuela, instrumento característico de la España renacentista (y en cierto modo equivalente al laúd, que triunfó en el resto de Europa en la misma época), para posteriormente asistir a la evolución de la técnica de la guitarra en el barroco, que acaba por desplazar a la vihuela como instrumento de cuerda pulsada de moda entre la nobleza y los cortesanos. De hecho, hasta el siglo XVII la guitarra era un instrumento para las clases bajas, fácil de interpretar de forma rasgueada por cualquiera. Muchos lamentaron la preponderancia de la guitarra sobre la vihuela, como Sebastián Covarrubias en el libro Tesoro de la lengua castellana o española de 1611:
“Ha sido una gran pérdida, porque en ella se ponía todo género de música punteada, y ahora la guitarra no es más que un cencerro, tan fácil de tañer, especialmente en lo rasgado, que no ay moço de cavallos que no sea músico de guitarra”.
Rivera eligió para su recital obras de tres de los siete grandes vihuelistas del XVI que nos han legado sus libros de cifra para el instrumento. En concreto interpretó música de Luis de Milán, Luis de Narváez y Miguel de Fuenllana, de cuyo bloque hay que destacar una bellísima glosa del famoso tema Tant que vivray del francés Claudin de Sermisy.
Progresivamente, a lo largo del siglo XVII la técnica de la guitarra barroca va refinándose, combinando con gracia y estilo el rasgueado con el punteado, y sentando las bases de la forma de tocar la guitarra actual. Para ilustrar la excelencia de este género, Juan Carlos Rivera interpretó Marionas de Francisco Guerau, dos piezas del madrileño Santiago de Murcia y una selección de temas pertenecientes a Instrucción de música sobre la guitarra española del inmenso Gaspar Sanz, cerrando con el alegre y archiconocido Canarios.
En suma, fue una emocionante velada musical que nos anima a apreciar más, si cabe, la música maravillosa que escuchaban nuestros antepasados.
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