La música instrumental nace con un complejo de “segundona”, siempre ejerciendo labores de apoyo o cumpliendo fines específicos. No obstante, con el tiempo va adquiriendo una entidad propia y pasa de ser un vehículo a constituir un fin en sí misma. Howard Orsmond Anderton establece un doble origen de la música instrumental (Early English Music, 1920):
- Instrumentos que acompañan a la voz (órganos, virginales, violas...) y que interpretan partes sin ésta sustituyéndola (de hecho, en el madrigal es común que algún instrumento, como el laúd, asuma alguna de las voces que intervienen en la pieza). Con el tiempo se empieza a componer música exclusivamente para instrumentos.
- Instrumentos que acompañan a la danza, aunque sean meramente rítmicos, han existido en todas las épocas. Como en el caso anterior, en ocasiones la música de danza llega a divorciarse del baile en sí y adquiere una personalidad propia cuyo único fin es ser escuchada.
En este breve texto nos proponemos rastrear las primeras manifestaciones de música instrumental inglesa de la mano de Orsmond a través de los principales libros que han llegado hasta nosotros. Y como precursor del género señala al músico Hugh Aston, del que se dice que vivió entre los reinados de Enrique VII y Enrique VIII (cuya fama flocreció entre 1500 y 1520), y que nos ha legado dos misas de cinco y seis partes respectivamente. Sin embargo, el interés de su obra para el tema que nos ocupa es una danza que se conserva en el Museo Británico y que le es atribuida: un Hornpipe para el virginal, que era un tipo de pequeño instrumento de tecla muy popular entre la sociedad británica. La estructura y complejidad creciente de la pieza la convierte en un antecedente directo de las danzas que integran los libros posteriores de música instrumental.
Si saltamos hasta el año aproximado de 1545 llegamos a la obra The Mulliner Book, una recopilación de temas vocales adaptados para órgano o virginal realizada por Thomas Mulliner, que fue Maestro de Coro de San Pablo. Incluye ciento diecisiete piezas que constituyen un magnífico ejemplo del desarrollo de la música instrumental derivada de la vocal.
En 1591 nos llega el siguiente libro de importancia, My Ladye Nevell's Booke, que en su última página lleva la siguiente nota sobre su autoría y fecha:
"Finished and ended the leventh of September in the yeare of our Lord God, 1591, and in the 33 yeare of the raigne of our sofferaine ladie Elizabeth by the grace of God queene of Englande, &c. By me, Jo. Baldwine of Windsor, Laudes Deo."
Dentro de la obra también se describe que ésta fue presentada ante la reina Isabel por Lord Edward Abergavenny. Se trata de un manuscrito compuesto íntegramente por música instrumental para virginal de William Byrd.
Alrededor de diez años más tarde se publica Benjamin Cosyn's Book, cuyo recopilador y editor se dice que se ganaba la vida enseñando a tocar el clavicordio y que fue organista de Dulwich College entre 1622 y 1624 y el primer organista de Charterhouse, ocupando dicho cargo entre 1623 y 1643. Gran parte de las lecciones de tecla que incluye el libro son obra del propio Cosyn, aunque también incluye piezas de otros músicos de la época, como el mismísimo Byrd, presente en dos temas, Orlando Gibbons, que firma en torno a veinticinco del total, o John Bull, una de las “estrellas” musicales de la época, que está representado por veintinueve creaciones. El tratado de Benjamin Cosyn es especialmente valioso por carácter pedagógico -parece ser que lo escribió para apoyar sus propias lecciones de música-, que nos ilustra sobre qué se enseñaba en la época y cómo se hacía.
Sin duda la obra más importante de este género dedicado a la música instrumental británica es The Fitzwilliam Virginal Book, publicado entre 1608 y 1618, durante el principio del reinado de Jacobo I, uno de los periodos más brillantes de la creación musical inglesa. El nombre de la compilación se debe a que perteneció a Lord Fitzwilliam e incluso se ha especulado con que pudo ser el libro de cabecera para el virginal de la propia reina Isabel I, pero este particular no ha podido ser demostrado, si bien se admite que la monarca pudo haber sido una intérprete solvente de este instrumento. El Fitzwilliam nos muestra el apogeo de la música para clavicordio y virginal a través de las doscientas noventa y siete piezas que incluye en su índice. Entre los autores aparecen los nombres más granados del momento, como William Byrd, Thomas Morley, John Bull, Orlando Gibbons, John Mundy, o Thomas Tallys, entre muchos otros, además del gran laudista John Dowland, cuyas famosas Lachrimae están presentes a través de adaptaciones de Byrd, Morley y Giles Farnaby.
A la vez que estaba en marcha la recopilación The Fitzwilliam Virginal Book vio la luz entre los años 1609 y 1610 la obra de Orlando Gibbons Fantasias of Three Parts for Viols. Se trata de un libro fundamental en el proceso de emancipación de la música instrumental respecto a los patrones vocales, que ya presenta piezas para viola independientes y coherentes en sí mismas.
En 1611 se publica Parthenia, una recopilación de música para virginal compuesta por obras de William Byrd, John Bull y el propio Orlando Gibbons, y algo más adelante, en 1624, el denominado Will Forster's Book, integrado por setenta y ocho temas entre los que no falta la firma de Byrd, Bull o Thomas Morley, entre otros.
El libro que cierra el ciclo de las obras para virginal es Elizabeth Rogers' Book, fechado en 1656. Parece ser que es un libro recopilado por la dama que le dona su nombre para su uso personal. De acuerdo con Howard Orsmond Anderton, las piezas no son tan complejas de ejecutar como las de Fitzwilliam y se pueden corresponder con un nivel medio de dominio del virginal, como el que se le supone a esta joven. Si bien la calidad del contenido no está a la altura de los títulos precedentes aquí comentados, la compilación de Elizabeth Rogers tiene un valor como testimonio de historia doméstica de los gustos y el sentir de una joven británica del siglo XVII.
Muy interesante gracias
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