Manuel Vilas
Compendio numeroso. Diego Fernández de Huete
El nuevo trabajo discográfico del músico compostelano Manuel Vilas está dedicado a uno de los más destacados tratados de arpa de la música antigua española: el Compendio numeroso de Diego Fernández de Huete, cuyo primer volumen vio la luz en 1702. Vilas es un experto en la interpretación de arpas históricas, y, en concreto, del arpa de dos órdenes, un instrumento característico de la Península Ibérica que constaba de dos filas de cuerdas.
El arpa gozó de gran popularidad en la música española de los siglos XVI y XVII, y señala el musicólogo Rafael Mitjana (La música en España, 1920) que ya estaba presente en la recopilación de obras de Antonio de Cabezón de 1578 (publicada por su hijo Hernando), Obras de música para tecla, arpa y vihuela, y también en el tratado de Lucas Ruiz de Ribayaz Luz y norte musical de 1677, que se ocupa de esta y de la guitarra. Sin embargo, el Compendio de Fernández de Huete es la obra más importante escrita para este instrumento.
Manuel Vilas realizó estudios sobre arpas antiguas de los siglos XII a XVIII en Madrid con Nuria Llopis, y en Milán con Mara Galassi. Aparte de su actividad profesional como solista, es colaborador de numerosos grupos de música antigua, y también de solistas, de forma que ha tocado en más de sesenta discos. En 2008 fundó el conjunto Ars Atlantica para recuperar las cantatas procedentes del palacio Contarini, para lo que contó con la colaboración de la mezzosoprano Marta Infante.
Ahora, en este trabajo Vilas recupera la figura de Diego Fernández de Huete, nacido en tierras toledanas hacia 1650, que ocupó el puesto de arpista de la catedral de Toledo en octubre de 1681, dado que desde la primera mitad del siglo XVII este cordófono había sido admitido en las orquestas eclesiásticas. Hasta su llegada, la plaza no había conocido una estabilidad, pues los titulares se sucedían con rapidez: Pedro Ferrer (1665-1670), Gerónimo Fabro (1671-1676) y Juan de Ilizarri (1677-1681). Fernández de Huete desempeñará el cargo durante casi treinta años, hasta que en 1710 su pérdida de visión obliga a buscar un relevo. Por cierto, es el primer músico que se encargará en exclusiva del arpa en el templo, pues hasta su predecesor inmediato, Ilizarri, el arpista se veía en la obligación de cumplir igualmente las funciones de organista.
El libro en cuestión, Compendio numeroso de zifras armónicas, con theórica, y práctica, para harpa de una orden, de dos órdenes, y de órgano (primera y segunda parte), aparecería impreso en Madrid, en la imprenta del organista de la Capilla Real Joseph de Torres y Martínez Bravo, en 1702. La obra constaba de tres partes-la segunda se publicó en 1704-, cada una de ellas subdividida en tres libros, sin embargo, parece ser que el tercero nunca llegó a ver la luz. Se trataba de un método para aprender a tocar el instrumento, como indica la epístola que contiene dirigida al rey Felipe V, que lo define como “guía de los aficionados y despertador a los professores”. Dada la creciente demanda de arpistas para tocar en todo tipo de instituciones eclesiásticas que tiene lugar en la época, este volumen adquiere una utilidad de primer orden.
La primera parte de 1701 tiene un primer libro dedicado al arpa de un orden que contiene veintiséis ejemplos compuestos de danzas y sones hispanos y criollos. El segundo está integrado por seis series de diferencias para arpa de uno y de dos órdenes, tituladas Gallardas, Españoleta, La tarantela y Bacas, además de dos pasacalles de octavo tono. Finalmente, el último libro se basa en una selección de canciones con mezcla de estilos, con nombres como Canzión ytaliana, Canzión alemana, Canzión francesa o Canzión portuguesa.
Por su parte, el volumen editado en 1704 en su introducción indica que trata de “lo que perteneze a el culto divino”, es decir, música sacra, si bien, como indica Andrés Cea Galán (La cifra hispana: música, tañedores e instrumentos, 2014), resulta muy difícil de distinguir lo sacro de lo profano en la música instrumental de los siglos XVI al XVIII, y es probable que parte del repertorio contenido en la primera parte del Compendio pudo haber encontrado acomodo en el ceremonial de ámbito litúrgico.
Manuel Vilas ha seleccionado para el disco diecisiete de las piezas incluidas en los libros de cifra del Compendio, en su mayor parte procedentes del volumen de 1701, danzas y canciones de distintos lugares, si bien también ha incluido una abiertamente religiosa, Dios te salve María. Aparte del valor que tiene como recuperación del patrimonio musical de nuestro país, el disco nos acerca a la bella sonoridad de este instrumento, que, en palabras del propio Diego Fernández de Huete, constituye un “medio eficaz para serenar las tormentas del espíritu, y conciliar la devoción para las alabanças divinas”.
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