Nada
menos que tres órganos ostentaba la catedral de Sigüenza durante el
Renacimiento, aunque algunos cronistas a veces han hablado de seis,
interpretando mal la terminología de la época. Este templo aparece
con frecuencia en las obras escritas sobre el papel del órgano en
España, como Evolución del órgano español de
Louis Jambou. Parece que esta diócesis juega un papel importante en
la historia de la organería castellana de los siglos XVI y XVII.
A
pesar de no ser una de las catedrales más conocidas de España, la
de Sigüenza tiene asociados elementos que le otorgan un valor
artístico y arquitectónico especial. En primer lugar, es una de las
pocos templos fortaleza de nuestro país; su portada coronada con dos
sólidas torres almenadas nos recuerda que fue construida a
principios del siglo XII en una zona recién reconquistada muy
cercana a la frontera con la España islámica. La inseguridad
producida por las posibles incursiones enemigas justifican que la
basílica pudiese cumplir funciones defensivas, acogiendo a la
población.
El
segundo rasgo peculiar de este templo es su estilo cisterciense de
transición importado de Francia. En efecto, a pesar de que la planta
es de cruz latina y los arcos más bajos de medio punto, como manda
el canon románico, las bóvedas son góticas, de crucería, y los
arcos más altos, apuntados u ojivales. Constituye una curiosa
combinación de estilos.
Finalmente,
la catedral de Sigüenza alberga al símbolo de la ciudad: la estatua
mortuoria de don Martín Vázquez de Arce, más conocido como el
Doncel. Se trata de uno de las mejores exponentes europeos de
escultura gótica por la calidad de su acabado. Representa a un
caballero de la localidad que en 1486 falleció en combate en la
campaña contra el Reino de Granada. A diferencia de la imaginería
de la época, no se le representa muerto sino vivo, con toda su
armadura puesta, leyendo en lo que podría ser un descanso en el
combate.
Volviendo
al tema musical, ya en las cuentas del cabildo de 1514 y 1519 se
habla de reparaciones en “los órganos grandes, medianos
y pequeños”, como apunta Juan
A. Marco Martínez, autor de la obra El órgano
histórico en la provincia de Guadalajara. También
hace referencia a un apunte posterior de 1624, en el que se
contabiliza el pago a Juan Girón, maestro de órganos, por afinar
los tres de dicha Santa Iglesia.
Concluye
nuestra fuente informativa que entre el último tercio del siglo XV y
el comienzo de la Guerra Civil hubo siempre tres órganos en la
catedral de Sigüenza.
El
órgano mayor, que ocupaba el lugar en el que se asienta el actual
después de construirse el coro del templo, se utilizaba en las
fiestas y solemnidades. El mediano, “que se tañe de
ordinario”, nos cuentan que a
partir de 1523 pasó del altar mayor al coro, en una segunda tribuna
frente al órgano mayor.
El
último era un pequeño órgano procesional o realejo, utilizado en
las procesiones de la mañana Resurrección, en las vísperas de la
Ascensión y del Corpus, y en las fiestas de San Vicente (patrón de
Sigüenza), Santiago y San Marcos.
Parece
ser que en 1523 el cabildo encargó al constructor toledano Cristobal
Cortijo la construcción del órgano grande y del mediano, pues ya
había trabajado para las catedrales de Coria, Plasencia y
Valladolid. Sin embargo, Cortijo solamente acabo el mediano y fue el
aragonés Gonzalo de Córdoba el responsable de acabar el órgano mayor.
Sobre este último relata Marco Martínez: “este instrumento
constaba de 700 tubos distribuidos en doce registros, tres de ellos
partidos, con un teclado de 42 notas. La presencia de lengüeta y del
sistema de registros partidos que posibilitan el canto solista,
apartaban este órgano de la típica estética del plenum medieval”.
Tres
órganos dedicados a musicar el esplendor del culto nos dan la idea
del brillo y magnificencia que tuvo la catedral de Sigüenza.
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