El XVI fue el siglo del laúd a pesar de que este instrumento tenía ya un largo recorrido en Europa en los siglos precedentes. Su protagonismo en la música de la época es indiscutible, jugando el papel de liderazgo que posteriormente desempeñaría el clave y luego el pianoforte. Era un instrumento ágil en la interpretación, de entonación precisa y de una sonoridad limitada pero suficiente. Pero sin duda una de sus grandes virtudes era su capacidad para ser tocado “polifónicamente”, es decir, la posibilidad de tocar en él distintas voces que se mezclaban en el contrapunto de canciones y madrigales.
El laúd procede del ud árabe (nombre al que al añadirle el artículo queda como al ud, alaud o alaude), elemento no demasiado utilizado en la España cristiana medieval, que estaba más volcada musicalmente hacia la guitarra tocada con rasgueo. El laúd árabe se interpretaba con una punta de pluma, a modo de plectro, aunque en su evolución europea pasa a ser tañido con los dedos.
Este cordófono se extendió por Europa durante la Baja Edad Media en distintas variantes. Por ejemplo, en Francia la literatura del siglo XIII menciona a juglares que tocan leus, citoles y guiternes. Sin embargo, el mayor grado de virtuosismo con el laúd se alcanza en Italia en el siglo XIV, y a pesar de no quedar excesivos testimonios musicales de la época, destaca el hecho de que el número de notas encomendadas al laúd como instrumento que doblaba la voz es mucho mayor que el de sílabas cantables, por lo que surge una tradición de enriquecer el canto al doblarlo con el instrumento.
A lo largo del siglo XV la técnica de interpretación del laúd va formalizándose y abandonando la experimentación, tanto en Alemania, Francia e Italia. Surgen ya laudistas profesionales en las cortes de Saboya, Borgoña y Provenza que después de su nombre llevaban el apelativo “alamand” o “alamant”, que denota su expertise en el instrumento.
Pero la primera música accesible para laúd no aparece hasta principios del siglo XVI en colecciones francesas, italianas y alemanas. Francesco Spinaccino y Francesco Bossinensis en 1507; Arnold Schlick en 1512; Hans Judenkunig en 1523; y finalmente, Franceso de Milano y Adrian Willaert en 1536. El ritmo de publicaciones para laúd sigue activo durante todo el siglo y a finales pasa a Inglaterra con John Dowland, que publica su primer Book of Songs en 1597.
¿Y en España qué pasaba entre tanto? Pues como he comentado en otros posts, en nuestro país el XVI es el siglo de la vihuela. Ahora bien, no pensemos que estamos hablando de cosas distintas. De acuerdo con la tesis que aventura Adolfo Salazar en su obra La música en la sociedad europea (1946), la vihuela no es otra cosa que una adaptación de la técnica del laúd a la guitarra, un instrumento muy popular en la España medieval. Frente al rasgueo propio de la interpretación de la guitarra, tanto en la vihuela como en el laúd se puntea siguiendo un método mucho más elegante y sofisticado. La vihuela sería por tanto una guitarra más pequeña, con un tamaño más parecido al del laúd, e interpretada siguiendo la técnica de éste.
No es casualidad por tanto que los primeros libros de cifra para vihuela publicados en España coincidan en la época con los mencionados anteriormente de Francia, Alemania e Italia. En concreto, en 1536 aparece El Maestro de Luis de Milán.
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