Eduardo Paniagua, aunque arquitecto de formación, es uno de los mayores expertos en música medieval de nuestro país. Empezó en esto de la música antigua a los 16 años y es lo que se podría considerar como un arqueólogo de los acordes de la España de antes de los Reyes Católicos. Ha creado y militado en numerosos grupos de música antigua, Atrium Musicae, Cálamus u Hoquetus, y fundó su propio sello de grabación, Pneuma.
Hay que tener en cuenta que la vida y cultura del medievo en la Península dista mucho de la realidad de otros países europeos en la misma época, dada la influencia decisiva sobre nuestras formas artísticas del mundo islámico y de los hebreos hispanos, los sefarditas, tristemente expulsados de España en 1492. Es por ello que la labor de investigación y reconstrucción de Paniagua cobra especial relevancia al tener que conjugar distintas tendencias en un mismo crisol para poder identificar y reproducir los sonidos cuyos ecos resonaban en nuestro todavía no-país en los siglos previos a la Reconquista y la unificación de los reinos peninsulares.
Tuve la fortuna de conocer en persona a Eduardo Paniagua por motivos profesionales. A principios de la década pasada estábamos metidos de lleno con un programa de recreación virtual de monumentos, que en un alarde de imaginación y creatividad bautizamos como arsVIRTUAL. El tema era que disponíamos de un proveedor que utilizaba una tecnología de animación virtual en 3D norteamericana sin parangón en nuestro país en ese momento. En sus inicios, el programa tenía dos ramas: la reproducción virtual de los Reales Sitios, fruto de un convenio con Patrimonio Nacional de España, y una segunda línea orientada a catedrales españolas. Una vez que la iniciativa estuvo en marcha surgieron los “grandes proyectos”, como la recreación virtual de la Alhambra de Granada, la Sagrada Familia de Gaudí, o el que nos ocupa, “Toledo y las tres culturas”.
“Toledo y las tres culturas” supuso reproducir en tecnología 3D para ordenador tres edificios representativos de la coexistencia de cultos en dicha ciudad, en concreto, la Catedral, la Sinagoga del Tránsito y la Mezquita del Cristo de la Luz. Como no disponíamos de la banda sonora requerida para apoyar musicalmente los paseos virtuales por el Toledo medieval, nos pusimos en contacto con Eduardo Paniagua para negociar la cesión de su música al proyecto. Mantuvimos una reunión con él en la que surgieron muchos temas interesantes, tanto relacionados como ajenos al proyecto; una de sus propuestas fue llevar a su conjunto de música medieval a tocar en directo en la presentación a los medios, lo que hubiese sido una gozada, pero desgraciadamente, el coste de la recreación virtual se comía la mayor parte del presupuesto del proyecto y no llegamos a ningún acuerdo. Aun así, Eduardo nos regaló varios de sus CDs, que repartimos entre nosotros ávidamente.
Una de las cosas relacionadas con la música antigua que dijo me llamó la atención. En un intento (demasiado frecuente en mí, me temo) de hacerme el listo mencioné a Jordi Savall, así, como para dármelas de entendido. Y me dijo algo que luego he comprobado que es verdad: que Jordi es el mejor para la música de los siglos XVI y XVII, pero que al pisar la Edad Media patina y desarrolla cosas más cercanas a la new age que al espíritu original medieval. He tenido ocasión de comprobarlo con una pieza del trovador provenzal Gaucelm Faidit (siglo XII) que aparece en unos de los CDs de Savall (“España Antigua”, 1994) y que efectivamente tiene un aire “demasiado moderno”, por lo menos para mí. Juzgue el lector.
La obra discográfica de Paniagua es, a estas alturas, muy extensa, más de ochenta CDs que recrean distintos aspectos o enfoques del mundo medieval. Dejo aquí un enlace a la lista por falta de espacio para reproducirla, pero destacaría, atendiendo a mi gusto personal las “Cantigas de Italia” de Alfonso X , y sobre todo, “Tres culturas: judíos, cristianos y musulmanes en la España medieval”. Precisamente, de esta última obra reproduzco en este blog el vídeo que aparece a continuación, “Ya viene el cativo”, una canción sefardí del mediterráneo oriental, cuya melodía sinuosa y misteriosa desde siempre me ha “cativado”, válgame la redundancia y el juego de palabras ridículo.
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