jueves, 15 de abril de 2021

Claroscuro, el esplendor de la música del tiempo de Cervantes

Capella de Ministrers acaba de presentar un nuevo proyecto que forma parte de su esfuerzo por plasmar la grandeza y la belleza de la música antigua española. Se trata del disco Claroscuro, Luces y sombras del Siglo de Oro, que ha sido planteado como un homenaje a Miguel de Cervantes y a su obra literaria, y, muy especialmente, a su novela inmortal Don Quijote de la Mancha. En gran medida, el universo cervantino constituye un retablo de las luces y sombras de aquel Siglo de Oro, de todo su brillo, y también de su podredumbre y decadencia.

El conjunto dirigido por Carles Magraner ha vuelto a hacer gala de la hiperactividad creativa a la que nos tiene acostumbrados, pues, desde la publicación de la banda sonora de la película A Circle in the Water a finales de 2019, han conseguido lanzar hasta tres discos más antes que el que nos ocupa -pandemia y confinamientos por medio-, Super Lamentationes, dedicado a la obra de Cristóbal de Morales, Germanies y, ya en 2021, Cantigas de Santa María.

Claroscuro es un fresco musical que abarca las formas de la música profana de nuestro país desde 1500 a 1650, contemplando un variado abanico de piezas, desde danzas hasta obras para vihuela y para guitarra o tonos humanos. Un rica y variada representación de la riqueza de los sonidos del Renacimiento y del Barroco español que, por desgracia, no siempre le resultan familiares al público en general.

La grabación presenta a la soprano Delia Agúndez - que ya prestó su voz para ese ensayo musical sobre la melancolía británica que constituye A Circle in the Water-, la arpista Sara Agueda, a Robert Cases, que interpreta los instrumentos de cuerdas pulsadas, y al propio Magraner, tocando la viola da gamba, como es habitual.

El haber elegido la figura de Miguel de Cervantes como hilo conductor para articular este trabajo resulta más que procedente. De alguna manera, el escritor se convierte en bisagra que conecta la España renacentista de los primeros Austrias, cuya gloria imperial conoce de primera mano en su juventud como soldado, con la lenta decadencia que sobreviene en el siglo XVII, que él llega a intuir en sus últimos años de vida. Su alter ego, el hidalgo manchego Alonso Quijano, sumido en el tedio de su aldea y de un mundo cada vez más prosaico y gris, ansía la vuelta de una edad de oro pasada -más idealizada que histórica-, que identifica con la caballería andante de las novelas.

Cervantes, aunque más lúcido que su personaje, también deja entrever su tristeza por la distancia que le separa, mientras de mayor escribe su obra maestra, de su vida militar en Italia, y la gloria de haber participado en la Batalla de Lepanto -”la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”, como la definió en el Quijote-, a bordo de la galera Marquesa comandada por Diego de Urbina, bajo las órdenes de la mítica figura de Juan de Austria. La España que conoce al final de su vida ya apunta hacia el declive en manos de monarcas sin el carisma de los que gobernaron en el siglo precedente.

En el plano musical el disco nos presenta la frescura de los sones renacentistas de Por unos puertos arriba de Antonio de Ribera, pieza cuyo texto lleva la firma de Juan del Encina, y De la dulce mi enemiga de Gabriel de Mena, ambas piezas incluidas en el Cancionero musical de palacio, y también de dos obras escritas para vihuela, una de Alonso Mudarra y otra de Luis de Narváez. La vihuela fue el instrumento estrella del siglo XVI, pero la guitarra la venció en popularidad en el siglo siguiente.

Mientras que la vihuela tenía un carácter más aristocrático, dado que su ejecución se basaba en una técnica de punteo compleja y refinada que no estaba al alcance de cualquiera, la guitarra al principio era considerada como un instrumento plebeyo, solo apto para ser tocado por gente de baja condición sin conocimientos musicales. A tal efecto, Sebastián de Covarrubias escribe en 1611:

“Desde la invención de la guitarra muy pocos se han dedicado al estudio de la vihuela. Ha sido una gran pérdida, porque en ella se ponía todo género de música punteada, y ahora la guitarra no es más que un cencerro, tan fácil de tañer, especialmente en lo rasgueado, que no ay moço de cavallos que no sea músico de guitarra”.

Por supuesto, a lo largo del siglo XVII la interpretación de la guitarra se va sofisticando gracias a tratadistas del instrumento como el gran Gaspar Sanz, autor de la obra Instrucción de música sobre la guitarra, y, en menor medida, Lucas Ruiz de Ribayaz, que escribió en 1677 Luz y norte musical para caminar por las cifras de la guitarra española, pero al que el musicólogo Rafael Mitjana considera un pobre imitador de Sanz. Ambos están presentes en Claroscuro con danzas típicas de la época, como las pavanas y las paradetas.


 

Miguel de Cervantes es también representativo de la España del Siglo de Oro por su cosmopolitismo pues, aparte de su cautiverio en Argel, conoce bien Italia y su vida militar le lleva por distintos rincones del Mediterráneo. Es un momento en que la cultura española está en Europa y en que los europeos se acercan a las formas artísticas de nuestro país. De esta forma, el disco incluye unas Romanescas de Diego Ortiz, uno de los grandes compositores del Renacimiento -organista, polifonista y violagambista-, que debió vivir gran parte de su vida en el extranjero, dado que toda su obra está editada en Italia, donde gozaba de un inmejorable prestigio.

En paralelo, los músicos de toda Europa se interesan por lo español y por la música española, y lo reflejan en sus composiciones. En Francia, en el último cuarto del siglo XVI surgen airs de cour en español. Se trata de un género para varias voces o para voz sola y acompañamiento de laúd o de guitarra, que es heredero de la antigua chanson. La lengua y la literatura española se introducen en el país vecino durante todo el siglo, aunque se pone realmente de moda entre la nobleza a partir del Tratado de Fontainebleau, en 1612.

Claroscuro presenta dos ejemplos de airs de cour en español, El baxel está en la playa, que es una de las diez piezas de este tipo que escribió Gabriel Bataille en nuestro idioma, y la archiconocida Yo soy la locura de Henri du Bailly, que podría ser el único airs de cour en español procedente de un ballet (Clara Rico Osés, Los airs de cour en español publicados en Francia: 1578-1629).

Igualmente representativo del interés europeo por lo español es la Spagnoletta del alemán Michael Schultze Praetorius incluida en el disco, procedente de su obra Tersipchore de 1612, que reúne más de 300 danzas instrumentales procedentes de Francia, Inglaterra y España.

Finalmente, la obra de Capella de Ministrers nos presenta la dicotomía barroca entre lo sublime y elevado, y lo chabacano y popular. Cervantes supo combinar en su obra la abundancia de pícaros y buscavidas -como Ginés de Pasamonte o los malhechores que rodean a Monopodio en Rinconete y Cortadillo-, con personajes que se mueven en pos de un ideal o un sentimiento amoroso hasta sus últimas consecuencias, como Cardenio, en la primera parte del Quijote.

En la música del Siglo de Oro encontramos piezas desenfadadas y hasta cómicas, como El sarao de la chacona, todo un clásico firmado por el catalán Juan Arañés e incluida en su Segundo de tonos y villancico de 1624, o la también muy conocida No piense menguilla de José Marín, donde un amante despechado describe los despropósitos de vida de su examada con un gran sentido del humor.

Precisamente, José Marín encarna esta dicotomía entre lo elevado y lo vulgar. Por lo que se conoce de su vida, fue un aventurero que incurrió en la delincuencia con harta frecuencia, pero también es uno de los grandes compositores de tonos humanos del siglo XVII, hasta el punto que una de las principales fuentes de este género que ha llegado hasta nosotros es el cancionero que lleva su nombre, compuesto por 51 de estas piezas. El disco nos ofrece la parte más picaresca de su obra, en la citada menguilla, y también el dramático y delicado tema Ojos, que me desdeñais.

Mateo Romero, el Maestro Capitán, fue maestro de capilla con Felipe III y Felipe IV, y está considerado como una de las grandes figuras de la música española de la primera mitad del siglo XVII. Es autor de distintos tipos de composiciones, tanto religiosas como profanas, entre las que destacan sus tonos humanos, como este Romerico Florido que interpreta el conjunto de Carles Magraner, y que procede del Cancionero Musical de la Sablonara, otra de las grandes fuentes de piezas de este género que han llegado hasta nosotros.

Claroscuro ofrece una oportunidad para sumergirse en el sentimiento y las formas de la España del Siglo de oro, a través de la belleza de una música inmortal.

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