La música del Renacimiento le debe mucho en sus orígenes a un inglés llamado John Dunstable (1380-1453), que junto a los borgoñeses Guillaume Dufay y Gilles Benchois, introduce importantes innovaciones en la transición de lo medieval a las nuevas formas estéticas de la era que nace.
El origen de esta reforma claramente estuvo en las Islas Británicas dado que es evidente que los músicos continentales siguieron la estela de Dunstable. El poema Le Champion des Dames, escrito hacia 1441 por el poeta borgoñón Martin Le Franc, introduce el término “la contenance angloise" (“la semblanza inglesa”) que alude directamente al hecho de que Dufay y Benchois adoptaron tanto las formas musicales inglesas como la forma de vestir de los británicos de la época, en su afán por emularlos.
A juicio de los expertos, cualquiera que escuche música europea de finales del siglo XV apreciará en la británica una mayor dulzura y eufonía, o buen sonido de las palabras cantadas, que en las piezas equivalentes del continente.
John Dunstable destaca entre los músicos ingleses de su época tanto por la calidad de su obra como por haber tenido estrechas relaciones con la Europa continental, algo no tan extendido entre sus colegas. Como cantor que fue de la capilla del duque de Bedford, no parece desencaminado suponer que pasó periodos de su vida en Francia cuando su señor ejerció de regente de París (1423-29) y posteriormente de gobernador de Normandía (1429-35). Ello apoyaría la tesis de que trató personalmente a Guillaume Dufay y a Gilles Benchois, y justificaría la profunda influencia que ejerció sobre esta pareja borgoñesa.
El musicólogo Howard Mayer Brown afirma que si hay que destacar solamente una virtud de la obra de Dunstable, ésta sería la dulzura, pues evitaba deliberadamente las disonancias propias de la música del siglo XIV presentes en las misas interpretadas en sus tiempos, y sus composiciones hacen gala de melodías más libres, frescas y líricas. De alguna forma, comenzó a liberar a la música de su ceñido corsé medieval.
Compuso misas, motetes y piezas seculares, aunque éstas últimas son juzgadas por los expertos como la parte menos valiosa (o menos diferenciada respecto a otros músicos) de su obra. Se trata de canciones inglesas o francesas para dos o tres voces, entre las que destaca O Rosa Bella, aunque recientemente se ha puesto en duda su autoría sobre esta pieza.
Sus motetes se dividen en tres grupos: los isorítmicos, más complejos y elaborados; los que aplican canto llano en la voz alta; y finalmente, los que prescinden de canto que son los más numerosos.
Tradicionalmente, se han adjudicado a Dunstable hasta tres misas, Missa Rex seculorum, atribuida igualmente a Leonel Powell, Missa sine nomine, a la que también se asocia a Powell y a John Benet, y por último, la incompleta Missa Da Gaudorium premia, que sí parece ser obra exclusiva de John Dunstable. John Dunstable fue uno de los primeros en componer misas utilizando una sola melodía como cantus firmus.
El problema de la autoría en la composición de éste autor inglés tiene su origen en la época de la Reforma, cuando tiene lugar la disolución de los monasterios y la destrucción de manuscritos musicales relativos al culto católico. La obra de Dunstable ha sido recuperada, aunque sólo en parte, gracias a fuentes continentales, especialmente italianas y alemanas, que hacen referencia a sus piezas o las reproducen.
Un problema adicional se deriva de los copistas de manuscritos británicos del siglo XV, cuya costumbre de obviar la autoría de los textos copiados y relegarlos a la categoría de “anónimo”, ha traído consigo que siempre existan tantos candidatos a firmar cada pieza. Por otro lado, la fama de John Dunstable como músico conlleva que se le hayan atribuido numerosas canciones populares inglesas medievales, sin que podamos saber cuáles son efectivamente suyas.
A pesar de la relevancia de Dunstable, Howard Mayer Brown destaca en su libro Music in the Renaissance la importancia de otros compañeros de generación de éste en la gestación del Renacimiento musical inglés, como los citados Leonel Powell y John Benet, así como John Pyamour, John Forest, John Bendingham, John Plummer o Robert Morton.
Bien.
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