Hace tiempo introdujimos en este blog la figura de William Byrd, una de las más relevantes de la música del Renacimiento tardío británico. A pesar de no ser él mismo un madrigalista, se le considera el precursor de la importante escuela de los madrigalistas ingleses.
Byrd destacó por su aportación a la música vocal tanto laica como religiosa, aunque también compuso piezas instrumentales, y publicó tres volúmenes de canciones. De hecho, desde 1585 disfrutaba en exclusiva de la patente para publicar y vender música impresa, pues hasta esa fecha había compartido esa prebenda real con su viejo maestro, Thomas Tallis.
El ostentar el monopolio de la edición musical, aparte de pingües beneficios económicos, abría al dueño la posibilidad de publicar sus propias obras a su antojo. William Byrd nos desaprovechó esta oportunidad y ya en 1588 publicó Psalmes, Sonets, and Songs of sadness and pietie, made into musicke of 5 parts; whereof some of them going abroad among divers, in untrue coppies, are heere truely corrected, and the other being Songs very rare and newly composed, are heere published, for the recreation of all such as delight in Musicke.
Precisamente esta obra incluye una curiosa nota, detrás de la página del título, en la que el autor justifica a través de ocho argumentos por qué todo el mundo debería aprender a cantar: Eight Reasons briefly set down by the Author to perswade every one to learn to sing.
Veamos cuáles son a juicio de Byrd las ventajas de practicar el canto:
En primer lugar, considera que el canto es un conocimiento fácil de adquirir, sobre todo si el maestro es bueno y el alumno aplicado. O sea que cuesta poco esfuerzo.
Pero además, la práctica del canto es buena para conservar una buena salud y supone un deleite para la Naturaleza. No sé si esto último hace referencia a la naturaleza humana y a los beneficios del canto para el estado de ánimo, o a la “madre naturaleza”, que tendría poco sentido.
Siguiendo con los aspectos saludables de cantar, también contribuye a endurecer el pecho y a limpiar las vías respiratorias.
Igualmente, es un buen remedio para acabar con la tartamudez y con otras limitaciones del habla.
Es la mejor manera para adquirir una pronunciación perfecta y es un medio para desarrollar la habilidad oratoria.
Enseñar a todo el mundo las técnicas de canto es la única manera de identificar a quién ha dotado especialmente la naturaleza en este arte, pues es un don muy raro, que a juicio de William Byrd solamente tiene uno de cada mil, y que muchas veces se pierde y desperdicia.
La séptima razón es que no existe ninguna música producida por instrumentos comparable al canto humano.
Por último y desde el punto de vista del culto religioso, cuanto mejor o más educada sea la voz, mejor puede el hombre servir a Dios, y este fin justifica por sí solo para Byrd el enseñar a cantar a todo el mundo.
Vamos, que esto de aprender canto no tiene más que ventajas.
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