La vihuela fue el cordófono de
moda en el siglo XVI pero su popularidad fue efímera. Resulta curioso como
los distintos instrumentos se van sucediendo en el tiempo, podríamos decir que
se derrotan unos a otros en los usos y costumbres de la sociedad española.
El laúd, que tuvo su momento en
el siglo XV, fue reemplazado por la vihuela en el XVI, y ésta, sucumbió ante la
guitarra barroca en el XVII. Entiendo que no fue un proceso tan lineal como lo
cuento yo, ni las acotaciones temporales tan precisas, pero a grandes rasgos sí
que sirve como descripción de la evolución de la cuerda en España.
Y digo España porque no parece
que en otros países europeos la sucesión instrumental haya sido similar. El
laúd tuvo un gran apogeo en la
Inglaterra del XVI, con una escuela encabezada por el gran
John Dowland (aunque trabajó mayormente en Dinamarca y Alemania), que proyectó
la música para ese instrumento a las cotas más altas, en términos de técnica y
popularidad. En nuestro país, la obsesión por la limpieza de sangre que trajo
consigo el reinado de Isabel y Fernando desterró el laúd para siempre como
instrumento cortesano por sus connotaciones islámicas.
La vihuela se hizo con el puesto
del laúd como instrumento cortesano durante el siglo XVI. España vio florecer
una escuela de vihuelistas que empezaron a componer para ese instrumento: Luis
de Milán, Luis de Narváez, Alonso Mudarra, Enríquez de Valderrábano, Miguel de
Fuenllana, Diego Pisador y Esteban Daza. Era música a menudo basada en danzas o
melodías populares para el solaz y esparcimiento de la nobleza.
Los libros de cifra para vihuela
publicados en esa época sientan los cimientos de la técnica de interpretación
del instrumento. Suele ser muy sofisticada y precisa en cuanto a las exigencias
de la ejecución. Curiosamente, dentro de la educación de la nobleza española
del Renacimento figuraba el saber tañer la vihuela, es decir, que era un
instrumento asociado a la buena sociedad.
Sin embargo, su buena estrella
cayó en picado en la segunda mitad del siglo XVI. La guitarra barroca le comió
el terreno. Y no fue por que tuviese distintas prestaciones, pues a fin de
cuentas eran muy parecidas, sino por la técnica de interpretación introducida
por el pueblo. El punteado característico de la vihuela fue sustituido por el
rasgueado de la guitarra, una técnica más basta al alcance de cualquiera.
Nos lo explica Rafael Mitjana en
su monumental obra “Historia de la música en España” (1920):
“Al tañer punteado artístico propio de los virtuosos vihuelistas sucede
el rasgueado, forma típica y nacional de tocar la guitarra, que consiste en
rozar rápidamente las cuerdas con los cuatro dedos largos de la mano para
producir acordes arpegiados, mientras que el pulgar hace sonar el bajo.”
Los días de la elaborada técnica
de la vihuela habían acabado. Uno de los primeros tratados de interpretación de
guitarra que refiere Mitjana se publica a finales del siglo XVI. Se trata de la
obra del doctor Juan Carlos Amat “Guitarra
española y Vándola en dos maneras de Guitarra Castellana y Cathalana de cinco órdenes,
la qual enseña de templar y tañer rasgado, todos los puntos naturales y b
mollados con estilo maravilloso. Y para poner en ella cualquier tono, se pone
una tabla, con la qual podrá qualquier sin dificultad cifrar el tono, y después
tañer y cantarle por doze modos. Y se haze mención también a la Guitarra de quatro órdenes”.
Es bastante descriptivo el título…
No fueron poco los que lamentaron
la plebeyización de la técnica de la cuerda y su caída en manos del populacho. En
su obra “Del origen y principio de la
lengua castellana” (1674), el doctor Bernardo Aldrete, a la sazón canónigo
de la Santa Iglesia
de Córdoba, se lamenta amargamente al hablar de la vihuela:
“Ha sido una gran pérdida, porque en ella se ponía todo género de música
punteada, y ahora la guitarra no es más que un cencerro, tan fácil de tañer,
especialmente en lo rasgado, que no ay moço de cavallos que no sea músico de
guitarra”.
Y concluye la entrada
correspondiente a la vihuela con una bonita adivinanza relativa al instrumento:
“Todos, sin ser ordenada,
Ordenes dezis que tengo
Pero aunque soy entonada,
Y de tant a orden cercada
Dellas, ni de la Iglesia vengo”
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