Con los Reyes Católicos da
comienzo en España una de las épocas más brillantes de la cultura en nuestro
país, tanto en las artes plásticas como en la literatura, y por supuesto, en la
música. En el caso de la música supone el inicio de un periodo floreciente para
todos los géneros: vocal, instrumental, sagrada, profana, práctica,
especulativa… Gran parte del conocimiento que tenemos de las formas musicales
de esa época se lo debemos a los cancioneros que han sobrevivido, que no son
otra cosa que recopilaciones de las piezas que más frecuentemente sonaban en
las fiestas palaciegas, realizadas por copistas. Las canciones incluidas nos
esbozan qué tipo de música despertaba las emociones de aquellos que vivieron el
final del siglo XV y el principio del XVI.
“El Cancionero de Palacio” es un
manuscrito que data de la época de los Reyes Católicos y que fue descubierto
por Gregorio Cruzada en 1870. Posteriormente, fue publicado en Madrid por la Academia de Bellas Artes
en 1890. Está escrito en castellano y agrupa música profana, cortesana, pues
existen otros cancioneros de la época que exponen piezas litúrgicas, con texto
latino. Este cancionero consta de 458 composiciones en su mayoría de autores
españoles, algo no tan común en este tipo de recopilaciones que solían incluir
obras de autores extranjeros, predominando los flamencos.
Desde la postura del que no es
erudito en estos temas, debo decir que el componente popular que emanan estas
composiciones, a menudo basadas en romances y temas trovadorescos, las dotan de
una cercanía y de un sentimiento entrañable que no tienen otras obras de la época
que puedan ser consideradas musicalmente más elevadas técnicamente. No fuimos
abanderados de la revolución musical renacentista pero no por ello no
compusimos una música maravillosa.
“El Cancionero de Palacio” cuenta
con piezas de autores sobradamente conocidos, como Juan del Encina, Francisco
de Peñalosa o Pedro Escobar, combinadas con otras de nombres que no tenemos tan
identificados hoy en día, como Jacobus Milarte, Juan Ponce, Gabriel o Lope de
Baena. Desde el punto de vista de las formas musicales, predomina el
villancico, uno de los baluartes de la lírica popular de la época, el estrambote
y el romance, especialmente el dedicado a la conquista de Granada. No hay que
olvidar que los romances durante la Edad
Media eran el equivalente a nuestros noticiarios y
documentales: una forma de transmisión oral, hasta que alguien se molestaba en
transcribirlos, de sucesos pasados y recientes.
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