Vivaldi. Violin sonata RV 829. World Premiere Recording
Scaramuccia
Snakewood
Puede parecer que a estas alturas se conoce con absoluta certeza la obra de Antonio Vivaldi, uno de los nombres del Barroco italiano más populares para el gran público. Es por ello que descubrir una nueva pieza de este creador conlleva una sorpresa sin precedentes y despierta no poca expectación. Algo tan improbable en principio es lo que han llevado a cabo Javier Lupiáñez y los miembros de Scaramuccia, el grupo que dirige: identificar una sonata para violín del Prete rosso que había sido erróneamente atribuida a otro compositor.
Además del violinista Javier Lupiáñez, la formación Scaramuccia está integrada por Inés Salinas (violoncello y viola da gamba) y por Patrícia Vintém (clave). Formado en 2013, el trío investiga e interpreta repertorio instrumental europeo de los siglos XVII y XVIII, buscando una interpretación históricamente informada. Han actuado por toda Europa y tienen una discografía con cuatro títulos de larga duración, mayormente dedicados a compositores italianos, al que se suma el EP digital que nos ocupa, dedicado a la sonata perdida -y ahora reencontrada- de Vivaldi.
Como indica el propio Lupiáñez en las notas que acompañan a la grabación, este hallazgo fue un claro caso de serendipia, es decir, un descubrimiento inesperado mientras se está buscando o investigando otra cosa. El caso es que a mediados de 2023 el ensemble se encontraba imbuido en los trabajos para desarrollar un nuevo repertorio para tocar y, examinando manuscritos de música barroca para cuerdas, se toparon con un volumen en Viena titulado Violino è Violoncello. El contenido del libro era una serie de sonatas de distintos autores del ámbito de Bolonia, que, en palabras del director, eran técnicamente bastante accesibles para cualquier violinista. Todas excepto la que cerraba la obra, que, sorprendentemente, resultaba distinta y más compleja que las otras, y que a un experto como Javier Lupiáñez se le antojó que reflejaba el estilo compositivo de Antonio Vivaldi.
El manuscrito está integrado por trece piezas de Aldrovandini, Marcheselli, Torelli, Mazzolini, Grimandi, Jacchini, Laurenti, Perti, Bernardi y Belisi. Curiosamente, Aldrovandini firma la primera y la que nos ocupa, es decir, la que cierra el volumen. Sin embargo, parece ser que la atribución de esta última se debió a un error del copista y a ojos de los expertos quedaba claro que Aldrovandin no era el compositor. Tanto Lupiáñez como el profesor Fabrizio Ammetto, especialista en Vivaldi, concluyeron que esa partitura no podía ser de otro que del Prete rosso. El veredicto del Istituto Italiano Antonio Vivaldi confirmó dicha opinión: estábamos ante una sonata hasta ahora desconocida del músico veneciano, que ha sido clasificada en su obra con la notación RV 829.
Para difundir tamaño hallazgo, el conjunto Scaramuccia llevó a cabo la grabación de la sonata recuperada a principios del pasado año, que, como es lógico, supone una exclusiva mundial. La pieza se inicia con un arpegio en el primer movimiento seguido de un allegro, mientras que el segundo presenta un adagio y el tercero otro allegro. Parece ser que ese arpegio que abre el movimiento implica una demostración de destreza con el violín, algo que cobra mucho sentido si tenemos en cuenta el carácter de esta obra. Porque los expertos que la han analizado concluyeron que es una sonata “atípica” de Vivaldi porque está creada como una “tarjeta de visita”, una carta de presentación con la que mostrar sus dotes como instrumentista.
Gracias al trabajo de los miembros de Scaramuccia, tanto en la investigación como en la grabación de la obra, podemos disfrutar por primera vez de esta maravillosa y luminosa música de Antonio Vivaldi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario