miércoles, 18 de enero de 2023

La maravillosa música para tecla de aquel Madrid dieciochesco

 


Fandangos: el quaderno de don Carlos

Yago Mahugo

El disco que presentamos hoy nos lo ha traído de la mano un aristócrata inglés del siglo XVIII: Charles Cecil Roberts. Este inquieto viajero visitó España a finales de dicha centuria y quedó enamorado de la música de tres grandes compositores, como lo fueron Domenico Scarlatti, el padre Antonio Soler y Luigi Boccherini, plasmando su pasión en un cuaderno de viaje. Precisamente, estas notas que dejó Roberts han sido el hilo argumental de la última grabación de Yago Mahugo, que ha seleccionado y grabado piezas para tecla de estos tres singulares creadores.

Yago Mahugo es un especialista en la interpretación según criterios históricos y fue elegido por el diario El Mundo «artista español del año 2013». Entre los reconocimientos que ha cosechado a lo largo de su carrera, destacan los premios obtenidos en el 35º Concurso Internacional de clave de Budapest y en el 13º Concurso de Clave de Brujas, que está considerado el certamen más importante de música antigua a escala europea.

Aunque Mahugo también ha trabajado la música contemporánea, en su discografía tiene más peso la música antigua, en especial, el Barroco francés. De esta forma, entre sus numerosas grabaciones, se pueden encontrar las dedicadas a la familia Couperin, la que presenta obras de Louis-Nicolas Clérambault y de Louis Marchand, o el disco en torno a la obra de Joseph-Nicolas-Pancrace Royer.

El disco Fandangos: el quaderno de don Carlos ha sido grabado para el sello Cantus Records, lo que supone una garantía de calidad excepcional en la edición, fruto de un trabajo casi artesanal y sumamente cuidadoso, cuyo resultado es un álbum convertido en un objeto en sí deseable tanto por su diseño como por la riqueza y erudición de los textos que contiene, aspectos que aportan un valor añadido a las pistas musicales. Se trata de un catálogo, el de Cantus, que sin duda nos devuelve al feliz sentimiento fetichista de poseer un objeto bello, frente a la “desmaterialización” impuesta por la transformación digital, tan cuestionada y criticada acertadamente por el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

Volviendo a Charles Cecil Roberts -el “don Carlos” del título del CD-, parece ser que llegó a Madrid en 1790 para asistir a la boda de Jacobo Felipe Fitz-James Stuart, V Duque de Berwick, quien contrajo matrimonio con María Teresa de Silva-Fernández de Híjar y de Palafox, el 24 de enero de ese año. El británico se alojó en el edificio actualmente conocido como Palacio de Liria, y, durante su estancia de cuatro años en la ciudad, pudo conocer bien de cerca tanto su vida social, como la música que allí se escuchaba. Roberts se dedicó a coleccionar partituras durante su periplo continental, pero entre ellas no se conserva ninguna de creadores españoles. No obstante, en su diario dejó anotada su devoción por los tres grandes compositores de la España dieciochesca, que protagonizan este disco. De hecho, el Fandango del Padre Soler fue una de sus piezas favoritas, pues consideraba que esa música era capaz de “ahuyentar los males presagios, poner luz en la oscuridad y convertir el agua en vino”. Precisamente, Yago Mahugo ha grabado dos versiones de este tema, una de ellas acompañando al clave con la percusión del mítico músico Pedro Estevan. En el CD aparecen además otros dos fandangos, el de Domenico Scarlatti, y una transcripción para tecla del Quinteto Nº 4 para cuerda y guitarra de Luigi Boccherini titulado igualmente “Fandango”. Igual que en el primer caso, ambos se presentan en una versión en solitario y otra acompañada de percusión.

Domenico Scarlatti llegó a España en 1728, siguiendo a la princesa portuguesa María Bárbara de Braganza, quien, al contraer matrimonio con el heredero del trono, Fernando, ofreció al maestro napolitano el puesto de maestro de música en la corte. No está del todo claro si fue Scarlatti quien introdujo la sonata para teclado en nuestro país, pero lo cierto es que su influencia en la música española de la época fue decisiva, y, especialmente, en la obra del padre Antonio Soler, uno de los nombres más destacados del siglo en la composición musical.

Antonio Soler se formó en la Escolanía de Montserrat, y desde 1752 hasta su muerte ocupó el cargo de organista y director del coro en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde, entre sus muchas competencias, ejercía como profesor de música de jóvenes de la realeza y la nobleza. Este destino le permitía estar en contacto con la corte, que pasaba allí dos meses al año, y especialmente, con los músicos cortesanos. De esta manera, conoció y trabajó con Domenico Scarlatti, y pudo formarse con él, y también con otro grande del momento, como fue José de Nebra. Entre su producción musical destacan las sonatas para tecla, género en el que su genio destaca, en las que combina la doble influencia de la tradición española -Cabanilles y José Elías-, y de Scarlatti. Además, Soler estaba al tanto de la vanguardia musical europea, Boccherini y Haydn, gracias a la relación tan estrecha que matenía con la corte.

En este sentido, Yago Mahugo ha seleccionado dos sonatas del padre Soler y cuatro de Domenico Scarlatti para interpretar en el disco, algunas de las cuales aparecen en dos versiones, para clave y para fortepiano.

El tercer protagonista de esta obra es Luigi Boccherini, quien vivió en España gran parte de su vida, entre 1768 y su muerte, en 1805. Este compositor fue un gran impulsor de la música de cámara -un mérito reconocido por el propio Franz Joseph Haydn-, aumentando el protagonismo del violonchelo en los cuartetos de cuerda, el género musical por el que es quizá más recordado. Precisamente, Mahugo ha seleccionado el conocido Quinteto Nº4 para cuerda y guitarra G448 “Fandango” para ser interpretado con tecla en versión con acompañamiento de castañuelas y en otra sin él.

Fandangos: el quaderno de don Carlos es una obra excelente para conocer y poder apreciar toda la grandeza y la riqueza de la música para tecla que sonaba en aquel Madrid del siglo XVIII, y que impresionó tanto al viajero Charles Cecil Roberts.

 

 

 

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