El nombre de Isabella Andreini brilla con
luz propia dentro de la cultura de finales del Renacimiento. En una época en
que la sociedad limitaba estrictamente los roles que podía desempeñar la mujer
-hija, esposa, madre, viuda y, monja-, este personaje destaca con fuerza como
actriz de éxito, refinada poeta, erudita y empresaria teatral, rompiendo los
moldes femeninos impuestos por la Contrarreforma. Lejos de acabar eclipsada en
un segundo plano social, Isabella impone su desmesurado talento en un mundo de
hegemonía masculina.
En el plano artístico, Andreini fue una
gran estrella de la interpretación, cuya fama rebasó las fronteras de la
península itálica y alcanzó Francia e incluso España. Como empresaria teatral
junto a su marido, Francesco Andreini, contribuyó a sentar las bases de lo que
llegarían a ser las compañías profesionales modernas.
Se cuenta de ella que, a su talentos de
comediante, agregaba los de compositora, cantante e instrumentista, poeta y
filósofa. Era capaz de hablar y escribir en francés, español y en latín, y sus
contemporáneos alababan el encanto de su persona. Isabella fue tan conocida y
renombrada, que hasta aparece en tres obras de Lope de Vega. En el siguiente
fragmento de El castigo sin venganza, el
Fénix la llama “Andrelina”, en otras ocasiones se refiere a ella como
“Andreína”:
DUQUE
Febo,
para nuestras bodas
prevén
las mejores salas
y
las comedias mejores,
que
no quiero que repares
en
las que fueren vulgares.
FEBO
Las
que ingenios y señores
aprobaren
llevaremos.
DUQUE
Ensayan.
RICARDO
Y
habla una dama.
DUQUE
Si
es Andrelina, es de fama.
¡Qué
acción! ¡Qué afectos! ¡Qué estremos!
Hasta los personajes de la ficción se
deshacen en halagos por la actriz. Un talento forjado a través de la
adquisición de una sólida cultura clásica durante su infancia y adolescencia en
Padua. Nacida en 1562, algunas fuentes indican que su origen familiar era más
bien humilde, si bien no existe demasiada información sobre esa etapa de su
vida.
Comenzamos a tener noticias de ella hacia
1576, cuando entra a formar parte con catorce años de la compañía de commedia dell’arte Comici Gelosi o
Cómicos Celosos, puesto que el lema de la troupe
era Virtù, fama ed honor ne fèr gelosi,
algo así como Virtud, fama y honor fueron
de los Celosos. Precisamente será en este entorno en el que conoce al que
será su marido, Francesco Andreini, un antiguo soldado reconvertido en actor
cómico. La pareja contrae matrimonio hacia 1578.
El éxito de Comici Gelosi se va consolidando allá donde actúan, pero
especialmente en Mantua, dada la gran afición de la familia gobernante, los
Gonzaga, por los espectáculos teatrales.
Uno de los principales méritos de
Isabella fue el introducir la improvisación en la escena, algo que previamente
no existía en el teatro italiano de la época, y que añadía frescura y viveza a
sus interpretaciones. Uno de sus principales papeles era el de mujer enamorada
-prima donna innamorata- y ella supo
enriquecerlo mediante la improvisación, liberándolo del corsé de rigidez que
tradicionalmente le caracterizaba. De hecho, la figura de la actriz dio lugar a
un personaje arquetípico dentro de la comedia del arte, el de la enamorada
Isabella, que a veces figura como la hija de Pantaleón.
Durante varios periodos los Andreini,
además de actuar, se ocuparon de la dirección de la compañía de los Celosos.
Existen referencias sobre el particular en 1583, entre 1587 y 1588, y los
últimos años de vida de Isabella, en 1603 y 1604. No era fácil tarea, pues,
aparte de la dirección artística de las obras a representar, implicaba aspectos
relacionados con la gestión, como la redacción de los contratos de los actores,
la negociación y contratación de alojamiento para la compañía en las distintas
ciudades de la gira, o el alquiler de la sala donde tenían lugar las
representaciones, si procedía.
La fama de Comici Gelosi alcanzó tales cotas que la compañía fue elegida para representar
dos obras, La Gitana (La Zingana) y La Locura de Isabella (La Pazzia d’Isabella), dentro de las
celebraciones de la boda entre Fernando I de Medici y Cristina de Lorena, en
Florencia en 1589.
Isabella y Francesco tuvieron siete hijos
y, precisamente, a ella le llegó la muerte cuando embrazada volviendo a Italia
después de actuar en Francia para el rey Enrique IV, sufrió un aborto
espontáneo en Lyon que acabó con su vida.
La grandeza y el talento de Isabella
Andreini queda reflejada en este texto del escritor Tomasso Garzoni da
Bagnacavallo: La graciosa Isabella,
decoro de las escenas, adorno de los teatros, espectáculo soberbio, no menos de
virtud que de belleza, ha ilustrado también ella esta profesión, de manera que,
mientras dure el mundo, mientras haya siglos, mientras tendrán vida los órdenes
y los tiempos, todas las voces, todas las lenguas, todos los gritos. Resonará,
célebre, el nombre de Isabella.
Una mujer brillante y, sobre todo,
independiente y segura de sí misma, como ella misma se define en su Soneto
CLXVI:
Un
sueño falaz ya no me turba,
real me es lo real y sombra la sombra;
de cualquier afán ya estoy libre
y tengo con mis pensamientos tranquila paz.
No sostengo mi deseo al deseo de los otros,
soy
Mujer de mí misma, y no me turba un rostro
severo o me alegra una sonrisa, una frase.
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