“Venecia
cautiva porque ha quedado apartada de la acción de la Historia. A los hombres
les alivia sentirse por un rato fuera de la lucha de la vida”. Maravilloso testimonio que
el filósofo José María Herrera pone en boca de su alter ego italiano Alvise Contarini, cuya obra, más o menos
apócrifa, vertebra una historia de la música veneciana, de muchos de los
artistas y personajes que tuvieron relación con la Serenísima a lo largo del
Renacimiento y del Barroco. O, por lo menos, hasta 1797, cuando cae la
República, fecha en la que Contarini fija su muerte, tal y como lo expresa en
el libro de Herrera:
“Venecia no es
un cadáver. Los cadáveres se pudren y descomponen. Es más bien un espectro, un
alma en pena. Su existencia es indisputable, aunque lleva doscientos años
viviendo póstumamente. Por mucho que parezca que aquí se ha interrumpido el
proceso natural que conduce del esplendor a la podredumbre, todo acabó con la
República. Sólo han sobrevivido los criados y el fantasma”.
Venecia como alma en pena. Una Venecia que contempla
pasar inmensos cruceros por encima de sus campanarios, pero que aún conserva
sus historias y leyendas en silentes y misteriosas callejas a las que no accede
el turista en bermudas. Una ciudad en cuyos patios y oscuros pasajes
laberínticos todavía podemos cruzarnos, como hace José María Herrera, con
Claudio Monteverdi, Francesco Cavalli, Tomaso Albinoni o Benedetto Marcello.
Los archivos de
Alvise Contarini es una obra poliédrica o, más bien, caleidoscópica, pues su autor, a
través de ingeniosos montajes de espejos, nos transporta, sin que nos demos
cuenta, de la ficción a la realidad, del relato novelesco al hecho histórico.
José María Herrera ha sabido construir un libro único que navega cómodamente
entre la narrativa, el rigor historiográfico, y las pequeñas anécdotas que
vivieron todos los personajes que un día habitaron en la ciudad de la laguna o
que tuvieron relación con ella. Y Alvise Contarini es la personificación de esa
memoria colectiva.
Contarini, el último descendiente de una familia
patricia veneciana, poseedora de dos palacios en el Gran Canal, es un
investigador y estudioso de la historia de la ciudad, especialmente la
relacionada con la música. Conocedor como nadie de los archivos de la
República, rechaza, no obstante, el
papel de académico e intelectual al uso, reservando para sí mismo sus hallazgos
y conocimientos. Se trata de un hombre aferrado al pasado histórico, que no se
ha llegado a encontrar a gusto en el mundo contemporáneo que, a su juicio,
camina hacia el abismo. Sus palabras expresan, de una forma harto poética, su
escepticismo sobre esta era científica y tecnológica que nos ha tocado vivir: “Lamentablemente, hemos llegado tarde para
los dioses. Sabemos mucho para creer en ellos”.
Es por ello que su legado es raquítico y disperso,
apenas un puñado de artículos en medios locales, alguna entrevista que se le
realizó, y textos de las escasas conferencias y lecciones que accedió a
ofrecer, dado que consideraba que “carecía
de competencia científica” para impartir doctrina.
Precisamente, Los
archivos de Alvise Contarini nos brinda una recopilación de la erudición de
este sabio oculto a través de distintas piezas en las que podemos acceder, de
forma directa e indirecta, a sus reflexiones sobre distintos temas relacionados
con la historia veneciana.
A través de sus páginas, el libro nos acerca a figuras
como el emperador Carlos V, su amigo el pintor manierista Tiziano y Adrian
Willaert, maestro de la capilla ducal y fundador de la Escuela Veneciana de
música. También podemos encontrarnos en él con Claudio Monteverdi y el
nacimiento de la ópera, o con la compositora de madrigales y cantatas Barbara
Strozzi, una de las creadoras más prolíficas de su época.
El lector se sumerge en historias y reflexiones en
torno a la vida y la obra de personajes tan famosos como Vivaldi, Albinoni o el
seductor Casanova, junto con otros, si bien menos conocidos, no por ello menos
apasionantes. Un relato absorbente en el que las artes plásticas, la música y
la filosofía campan a sus anchas, mezclándose sin fricciones, a lo largo de los
distintos capítulos. Una mirada erudita que José María Herrera -doctor en
filosofía y profesor- realiza a través de los ojos del viejo maestro, que no es
otra cosa que la personificación de la memoria de la ciudad de la laguna. Como
reconoce el propio Contarini: “El mundo
es para mí Venecia, ya sabe”.
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