Los cancioneros del Renacimiento español son herramientas sumamente importantes para conocer la música que sonaba en los ambientes cortesanos de la época. De todos ellos, el Cancionero de Palacio, el de la Casa de Medinaceli, el de Uppsala o del duque de Calabria, quizá el menos conocido es el denominado Cancionero de la Colombina, probablemente algo anterior a los demás, que debe su nombre a Fernando Colón, el hijo del descubridor, quien adquirió la obra en 1534 para su biblioteca privada.
Lo que lleva a los expertos a determinar la antigüedad de este cancionero es la ausencia en él de composiciones del gran Juan del Encina (1468-1529), cuyo trabajo inunda el Cancionero de Palacio, en el reinado de los Reyes Católicos, y es objeto de una recopilación monográfica editada en Salamanca en 1496. Dada la fama y el reconocimiento de este músico en su propia época, parece lógico pensar que si no aparece ninguna pieza firmada por él en la selección musical de la Colombina es porque data de un tiempo anterior.
La conclusión a la que llegan los estudios sobre este cancionero es que puede tratarse de una recopilación realizada en las tres últimas décadas del siglo XV de obras que ya eran antiguas en ese momento, probablemente procedentes de la primera mitad del siglo, puesto que incorpora poemas de Juan de Mena y de Juan Rodríguez del Padrón. Se trata de composiciones de los reinados Juan II y Enrique IV de Castilla. Los músicos más recientes que aparecen en el compendio pertenecen a la primera época del reinado de los Reyes Católicos.
En concreto hay quien defiende que el Cancionero musical de la Colombina tiene su origen en la capilla musical de Fernando de Aragón y la fechan entre 1469 y 1496. Los compositores integrantes de dicha capilla musicaron las obras de poetas castellanos de gran renombre. El nombre más antiguo que figura en el documento es el del compositor Johannes Ockeghem, que escribió entre 1450 y 1480, y que fue seguidor de la técnica de Dufay y Binchois y maestro del grandísimo Josquin des Prés.
En lo relativo a los estilos que aparecen en la obra, se percibe un tímido atisbo de cambio, aunando influencias borgoñonas, franco flamencas e italianas con las castellanas, combinando aires tradicionales con otros cortesanos.
El Cancionero de la Colombina incluye 95 composiciones entre las que predomina el género de la canción, 40 en total, frente al villancico, que suman 30. En cambio, el Cancionero musical de Palacio incluye una proporción de canciones muy reducida en relación a los villancicos (52 frente a 426). Hay quien defiende que no existen tantas diferencias entre ambas formas musicales, o por lo menos entre la canción y el villancico culto, en concreto, no se perciben diferencias significativas entre los temas tratados el tono y el estilo. Todo parece anunciar la fusión progresiva de ambas formas a finales del siglo XV.
A las piezas anteriores hay que sumar un romance, “Olvida tu perdiçión”, dos ensaladas en español y una en francés, además de nueve himnos Sagrados y cuatro fragmentos de misa.
Los temas que centran las composiciones son el amor, la devoción y la burla, por otro lado comunes a gran parte de la piezas de los cancioneros de la época. El amor concebido en el sentido cortés de la Edad Media como eje temático en torno a la dicotomía “placer-dolor” y, de forma más existencial, “vida y muerte”. Los títulos de muchos de los temas son bastante ilustrativos al respecto: Al dolor de mi cuydado, Amor de penada gloria, Con temor bivo, ojos tristes, Mis tristes, tristes sospiro, Muy triste será mi vida, Nunca fue pena mayor, Dime, triste coraçón o Mortales son los dolores, por poner unos pocos ejemplos. Todo ello lo resumen los siguientes versos:
“Non tenga con vos amor, quien quisiere tener vida”.
El código no incluye apenas compositores extranjeros; tan sólo aparece el nombre del arriba citado Johannes Ockeghem y quizá algún otro, como Johannes Urrede. Algunos de los nombres firmantes de las piezas solamente son conocidos gracias a este cancionero, como Belmonte, Hurtado de Jerez y Juanes. La mayoría de los restantes aparecen también en otras recopilaciones de la época, como Juan Cornago, Pedro de Escobar, Juan Fernández Madrid, Juan Gijón, Pedro Lagarto, Juan de León, Móxica, Juan Rodriguez Borrote, Francisco de la Torre y Juan de Triana.
El Cancionero de la Colombina es sin duda un magnífico compendio lírico que nos permite acercarnos a la música de una época quizá menos documentada que otras inmediatamente posteriores.
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