Cuando William Byrd falleció en 1623, el registro de la Capilla Real, a la que había pertenecido desde 1572, le mencionó como “un padre de la música” (“a Father of Musick”) y también fue definido como “Brittanicae Musicae parens”, es decir, algo así como “padre de la música británica”. Su importancia y trascendencia para la historia de la música inglesa están fuera de toda duda, pero lo cierto es que también gozó de un gran renombre y popularidad en su propia época, a pesar de profesar el catolicismo, religión perseguida en dicho país, especialmente durante la época isabelina.
No obstante, sus relaciones con la corte de Isabel I eran inmejorables y fueron numerosos los trabajos que realizó para la corona (para la que prácticamente trabajó toda su vida), desde escribir música para los servicios religiosos anglicanos, hasta componer piezas para virginal (instrumento que tocaba la reina) o directamente crear canciones ensalzando a la monarca. Como premio a sus favores a la realeza, en 1575 se le concede el monopolio de la impresión musical.
Para aprovechar este privilegio real, se embarca ese mismo año en la edición de una obra, junto con su maestro Thomas Tallis, de motetes en latín dedicados a Isabel I. El libro recibió el título algo ambiguo de Cantiones quae ab argumento sacrae vocantur, que quiere decir algo así como Canciones que son sagradas de acuerdo a sus textos. La razón de este título tan esquivo es que el volumen incluía composiciones del viejo Tallis que habían sido escritas para el culto católico, bajo los reinados de Enrique VIII y de María I y que ahora se readaptaban para la iglesia anglicana. Cada compositor firmó diecisiete piezas, puesto que la obra vio la luz el año decimoséptimo del reinado de Isabel. Parece ser que resultó un fracaso comercial.
Tras este primer experimento editorial, que Byrd había llevado a cabo con el editor hugonote Thomas Vautrollier, el compositor se sumerge en la publicación de música de forma continua, publicando sus más grandes obras entre 1588 y 1591. En 1587, muerto ya Tallis dos años atrás, William Byrd se alía con un nuevo editor, Thomas East, con el que establecerá una relación duradera que impulsa la música impresa en Inglaterra.
El primer lanzamiento de la nueva alianza será Psalms, Songs and Sonnets (1588), libro al que Byrd da un enfoque mucho más comercial con la intención de que se venda mucho más que se predecesor. En primer lugar, presentaba los salmos traducidos del latín, pues a los ingleses de toda condición les gustaba cantar en su propio idioma. Por otro lado, los textos de muchas de las canciones de la segunda parte estaban escritos por importantes cortesanos de la época, aunque no aparecían los nombres en el volumen. También había una sección, songs of sadness and piety, de versos en pentámetro yámbico, un formato muy popular en el momento. Finalmente, el libro incluía dos elegías al cortesano poeta Sir Philip Sydney, fallecido en 1586, un personaje muy popular y querido entre los ingleses del XVI.
A diferencia del libro de 1575, Psalms, Songs and Sonnets fue un éxito comercial casi inmediato, algo que suponemos por el hecho de que el editor East lanzó dos ediciones más de la obra en el mismo año 1588, algo muy raro en el sector musical de la Inglaterra del siglo XVI. Además, en su siguiente publicación lanzada el año siguiente, el propio Byrd hace referencia a la buena acogida que han tenido sus anteriores empresas (“good acceptance of my former endeuors”). La obra en cuestión es Songs of Sundrie Natures y es otra recopilación de salmos y de canciones de amor, que concluye con uno de sus himnos más conocidos, Christ Rising, . Esta colección también conoció una segunda edición, pero cinco o seis años después de la primera.
También en 1589 William Byrd publica un volumen de música religiosa Cantiones Sacrae, compuesto por diecisiete piezas escritas para ser interpretadas a cinco voces. Un segundo volumen de Cantiones verá la luz varios años más tarde, en concreto en 1591, año en que también lanza el libro de piezas para tecla My Ladye Nevells Booke.
Ya bajo el reinado de Jacobo I, Byrd publica dos grandes volúmenes de motetes, Gradualia, en 1605 y 1607, respectivamente. Los críticos de su obra afirman que supone un giro hacia el catolicismo (que siempre profesó de forma encubierta), confiando en que el nuevo monarca se mostraría más tolerante hacia los seguidores de Roma, dado que su madre, María I de Escocia, había sido ferviente católica. La prueba de esto es que dedica el libro a conocidos cortesanos de la causa papista, como eran Henry Howard, primer Earl of Northampton, y Sir John Petre. En total las dos colecciones integran 109 piezas.
En 1611, con más de setenta años, publica otra colección de salmos, canciones y sonetos, siguiendo la estela de la de 1588 en cuanto a que mezcla una gran variedad de formatos. Igualmente están divididas en piezas para tres, cuatro, cinco y seis partes.
Finalmente, en 1614 participa en el libro Teares or Lamentacions of a Sorrowfull Soule del músico y editor William Leighton, al que también contribuyen con sus composiciones John Bull, John Dowland y Martin Peerson. Los cuatro himnos de Byrd que incluye el volumen son sus últimas piezas publicadas, pues murió en julio de 1623.
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