Tenemos entre manos una de esas obras que avivan la pasión de los aficionados a la música antigua y que contribuyen a despertar la curiosidad y el interés del público en general. Se trata del libro publicado por el musicólogo Jota Martínez Instrumentos musicales de la tradición medieval española (s. V al XV), un maravilloso catálogo de cuidada edición que nos transporta a la música de la Edad Media a través de textos que combinan el rigor académico con una prosa amena y cercana, de abundantes fotografías que ayudan a entender el origen y la estructura de cada pieza descrita y, por si lo anterior fuera poco, de dos discos que nos introducen a los sonidos reales que fluían de todos esos cordófonos, aerófonos, idiófonos y membranófonos descritos en las páginas de la obra.
El lector de este volumen se ve sumergido en un colorido mundo de sonidos, algunos procedentes de instrumentos más cercanos a nosotros por su supervivencia en la tradición, como las diversas flautas, la gaita o la zambomba, y otros de nombre oscuro y evocador del pasado lejano, como pueden ser el organistrum, el salterio o la cinfonia.
El responsable de este proyecto tan atractivo como necesario es Jota Martínez, multiinstrumentista, estudioso de la tradición musical medieval y creador él mismo de muchas de las piezas que retrata en el libro. Experto en un abanico de campos dentro de la música del Medievo -desde la zanfona o viola de rueda, hasta la percusión y los instrumentos de cuerda pulsada, como los laúdes y las cítolas-, nuestro hombre tiene en su haber su participación en numerosas grabaciones de grandes nombres de la música antigua y tradicional española, como pueden ser la Capella de Ministrers de Carles Magraner, Mara Aranda, que es la voz más sobresaliente de la recuperación de la música sefardita, o Eduardo Paniagua, una referencia obligada en la reconstrucción de nuestra música medieval gracias a la titánica obra de grabación que está llevando a cabo con su sello discográfico Pneuma.
Como apunta el profesor Jordi Ballester en el prólogo de la obra, el reto, por llamarlo de alguna manera, de este proceso de reconstrucción histórica es llegar a conocer cómo sonaban estos instrumentos en la Edad Media y cuáles eran los gustos musicales de nuestros antepasados. El resultado de este esfuerzo puede llegar a sorprendernos arrojando sonidos ajenos a lo que se suele concebir como “música clásica occidental”. Y es que trabajos como el que nos ocupa nos alejan de aquellas ficciones de la música del Medievo reinventadas con instrumentos modernos, de pastiches fusión que nos atormentan desde la década de los setenta como la denominada “música celta” y de otros atentados new age en su vena más acústica que falsamente remiten a la tradición histórica.
El trabajo de Jota Martínez viene avalado precisamente por su base en una colección de instrumentos reconstruidos, que integran el catálogo que presenta el libro, y que siguen los modelos que presenta la iconografía medieval. Porque, lejos de responder a las elucubraciones de un lutier ingenioso e imaginativo, cada una de las piezas que se nos exponen tiene su origen bien en un cuadro, una escultura o un texto descriptivo de la época, algo que el volumen se encarga de aclararnos con abundantes fotografías y textos explicativos.
El medievalista Eduardo Paniagua subraya en su texto introductorio esta faceta del libro, la de conectar con las manifestaciones musicales del pasado y a sus ligaduras, y cito textualmente, “a las fuentes literarias: leyendas y memorias, a los documentos iconográficos: miniaturas, pinturas, bajorrelieves, y la diálogo con los constructores de los instrumentos hoy desaparecidos”. El propio Jota Martínez nos confirma este particular cuando reconoce que se guía para “resucitar” estos instrumentos del pasado por “los músicos e instrumentos que aparecen en las tallas de piedra de iglesias y catedrales románicas y góticas; las imágenes de códices y manuscritos, algunos sobre música, otros sobre ciencias y otros sobre vida y costumbres y también las que encontramos en pinturas, bien en paredes o en otros soportes como tablas, muebles, telas, etc.”
En total se nos presentan alrededor de 150 instrumentos distintos, cada uno con su correspondiente ficha explicativa y documentación gráfica, debidamente clasificados por familias: membranófonos (mayormente de percusión), idiófonos (campanas, sonajeros, triángulos…), aerófonos de embocadura o bisel, aerófonos de lengüeta batiente simple, aerófonos de lengüeta batiente doble, aerófonos de boquilla, cordófonos punteados y repercutidos (guitarras, laúdes, salterios…) y, finalmente, cordófonos frotados (violas, rabeles..).
A los amantes de la música antigua probablemente nos suenan familiares términos como laúd, vihuela, salterio o viola, pero sin duda despiertan nuestra curiosidad, si no los hemos oído antes, nombres como organistrum, albogón, atamborete o adufe, por mencionar unos pocos. Son la medida de la riqueza de conocimientos sobre los sones de otras épocas que nos transmite este libro. Una fuente importante de este tipo de conocimientos es el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, en concreto del capítulo que lleva por título De cómo clérigos e legos, e flayres e monjas, e dueñas, e joglares salieron a reçebir a don Amor, citado repetidas veces en la obra y que fue glosado por Ramón Menéndez Pidal en su Poesía juglaresca y juglares de 1942. En este pasaje en concreto, Juan Ruiz hace un vivo retablo de los instrumentos que tocaban los músicos profesionales de su época, muchos de los cuales podemos ver en fotos y escuchar en las pistas de los discos que acompañan a los textos de Jota Martínez.
El material del proyecto se completa, además de con un abultado listado de referencias bibliográficas para aquel que quiera profundizar más en el tema, con una relación de lutieres actuales especializados en la confección de instrumentos antiguos. Los nombres y el esbozo biográfico de aquellos que se esfuerzan por recuperar los instrumentos del pasado, algunos -como apunta Jota Martínez en el prólogo de la obra- que han llegado hasta nosotros evolucionados con un aspecto distinto y otros que se estancaron y se quedaron casi sin alteraciones en la música popular de todo el mundo.
Sobre los dos discos que incluye el libro, solamente apuntar que constituyen un magnífico registro de la música medieval española y que presentan un valor en sí mismos independiente de su función ilustrativa sobre lo descrito en los textos. Podemos deleitarnos con su escucha como los magníficos discos de sonidos medievales que son e incluyen entre su variado elenco de intérpretes las voces de Mara Aranda y Carmen Botella y la ejecución del rabel de Carles Magraner, aparte del propio Jota Martínez que toca en las pistas una lista de instrumentos demasiado larga para reproducir aquí.
En suma, Instrumentos musicales de la tradición medieval española (s. V al XV) constituye una iniciativa que se proyecta en tres dimensiones de igual relevancia que nos ayudan a comprender todo el significado de cada instrumento: sus orígenes y las fuentes artísticas y literarias que los reproducen, su morfología, es decir, su forma y los materiales de su composición, y finalmente, el sonido que emite, gracias al estudio de cómo se interpretaba y a su grabación en las pistas de los discos.
Estamos ante un compendio necesario que aporta muchos elementos de valor al estudio de la música de la Edad Media.
El libro se puede adquirir en la web del autor.
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