Cada vez son más los trabajos discográficos que nos acercan la música de la Edad Media con rigor y fidelidad, abriéndonos un mundo de sensaciones arcaicas de singular belleza. El dúo Riches d ´Amour es uno de esos conjuntos que saben llegar a desenterrar con su interpretación el sonido de esa era maravillosa y mostrarnos toda su grandeza y esplendor, dándole un aire fresco y cercano.
Se trata de interpretar la música de los siglos XII, XIII y XIV intentando que suene como lo hacía entonces, sin hacer concesiones innecesarias al oído moderno, utilizando para ello instrumentos antiguos construidos siguiendo modelos de la época. Esta es la apuesta que hacen Carmen Hidalgo y Alberto Barea en La Dama Eterna, la obra que nos ocupa, integrada por canciones trovadorescas, cantigas a la Virgen y los cantos de los goliardos.
Se puede considerar una suerte de arqueología el trabajo de Riches d´ Amour, tanto en la recuperación de instrumentos medievales, como por ejemplo el organeto u órgano portátil de fuelle o la vihuela de arco, así como por el esfuerzo que supone reinterpretar las melodías del medievo de la forma más acorde posible. Pero resultado es más que notable.
En el ensemble Carmen Hidalgo tañe la viela y la vihuela de arco y Alberto Barea interpreta instrumentos de tecla, como el organeto o la cinfonia. Ambos aportan igualmente su voz en los distintos temas.
Merece la pena detenerse para hablar de los instrumentos cuyo diseño y construcción se ha basado en la iconografía medieval. Por ejemplo, la viela de Carmen Hidalgo ha sido reconstruida a partir de un modelo que aparece en un manuscrito del siglo XII denominado Hunterian psalter, mientras que el organeto de Barea procede de una miniatura del Códex Squarcialupi, una obra que recopila piezas de compuestas por organetistas (perdón si acabo de inventarme un vocablo), como el gran Landini y los no menos grandes Gherardello y Lorenzo Masini. Es por ello que podemos hablar de verdadera arqueología musical, como apuntábamos más arriba.
El órgano portátil nace hacia el siglo XII y es un instrumento utilizado indistintamente en la música sacra y laica, es decir, acompañaba tanto motetes como canciones trovadorescas o baladas, como las que se cantaban en la música francesa e italiana medieval. Precisamente, La Dama Eterna se hace eco de esta variedad de géneros y temáticas combinando obra trovadoresca con las cantigas de alabanza a la Virgen.
Sobre la selección de temas hay que destacar precisamente lo heterogéneo de las piezas elegidas. Hasta cuatro pistas proceden de las Cantigas de Santa María, dos más del Códex de las Huelgas y una del Magnus Liber del siglo XIII. Son estas piezas, menos una que es instrumental, cantos en honor a la Virgen María.
La poesía trovadoresca está también presente a través de Bernart de Ventadorn y del menos conocido Berenguer de Palou (no confundir con el obispo de Barcelona del mismo nombre). Ventadorn junto con Beltran de Born constituye la cumbre de la canción provenzal trovadoresca y de hecho, él era perfectamente consciente de ello a juzgar por la falta de modestia de la que hace gala al comienzo de su composición incluida en el disco:
“No es maravilla que yo cante mejor que ningún otro trovador, puesto que tengo mi corazón más inclinado al amor y más dócil a sus leyes. Alma y cuerpo, ingenio y saber, todo yo lo pongo en juego, que el amor me atrae por completo y ninguna otra deidad presto homenaje.” (Traducción procedente de La historia de los trovadores de Víctor Balaguer).
Y, efectivamente, prestó homenaje al amor en la figura de la bella Inés de Montluzó, la esposa de su señor, a la que sedujo con consecuencias nefastas para ella, pero esta es otra historia.
De la vida de Berenguer de Palou no se sabe gran cosa. Manuel Milá y Fontanals en su obra De los trovadores en España (Barcelona, 1861) le identifica como el más antiguo trovador español del Rosellón que habría vivido bajo el gobierno de Gauzfredo III (1113-1163). Destaca de este poeta la dulzura y la sencillez de sus versos.
El tercer bloque temático del disco La Dama Eterna está integrado por las canciones de goliardo procedentes de Carmina Burana. Los goliardos eran clérigos que buscaban en la poesía juglaresca un medio de vida, que entendemos no encontraban en el seno de la Iglesia, y en ocasiones, una forma de pagar sus estudios, que realizaban a salto de mata, hasta que en el siglo XIII, al organizarse las universidades, estas sacaron de la calle a estas figuras. Carmina Burana es una recopilación de cantos de goliardo de los siglos XII y XIII que fue hallada en Benediktbeuern, Alemania.
La calidad del trabajo de Carmen Hidalgo y Alberto Barea es homogénea a lo largo de las doce pistas, sin embargo, debo reconocer que me he sentido especialmente atraído por dos temas en particular: por la extraña belleza de la melodía de Non es meravelha s´un chan de Vertadorn, cuyo texto he citado anteriormente, y por la sugerente voz de Carmen Hidalgo en la Cantiga Ben guarda Santa María.
La Dama Eterna consigue establecer un puente entre los casi diez siglos que nos separan del momento en que se compusieron las melodías que integran el disco, construyendo unas texturas musicales de singular belleza y atractivo, incluso para aquellos no iniciados en la música medieval.
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