domingo, 29 de septiembre de 2019

La temporada 2019-2020 de El Canto de Polifemo


El próximo sábado 5 de octubre se inicia la nueva temporada del ciclo de recitales de El Canto de Polifemo, una cita ya tradicional para los amantes de la música antigua madrileños.

El Canto de Polifemo es una comunidad musical para el encuentro de nuevos proyectos musicales, sus intérpretes y creadores.

Los recitales se celebran en la iglesia de las Mercedarias de Góngora (c/ Luis de Góngora, 5), que está situada muy cerca de la céntrica plaza de Chueca.

Este ciclo se concibe como un foro de intercambio cultural entre la programación independiente y un público gustoso de escuchar nuevas propuestas próximas y acogedoras…

El ciclo 2019-2020 nos trae los siguientes eventos musicales:

5 de octubre de 2019

Solistas de la Camerata Antonio Soler
Franz Joseph Haydn
Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz (1787)

14 de diciembre de 2019

Camerata Imperial de las Españas
Dennos lecencia señores: Navidad en las Españas (siglos XVII y XVIII)

7 de marzo de 2020

Paloma Gutiérrez del Arroyo (canto) y Manuel Vilas (arpa medieval)
Canciones de trovador, Bernart de Ventadorn (1147-1170)

25 de abril de 2020

Gradualia
Estevao Lopes Morago (1575-1630)
Officium Defunctorum

9 de mayo de 2020

A5 Vocal Ensemble
Johann Hermann Schein (1586-1630)
Israelbrunnleinn (1623)

30 de mayo

David del Puerto (compositor)
Paco Quirce (textos)
Cantos de Quirce. Libro segundo

13 de junio de 2020

Elia Casanova (soprano) y Alfred Fernández (laúd renacentista)
Per dolor me bagno il viso. Leonardo da Vinci
Música de Tromboncino, Cara, Capirola, Spinacino, Enzina y Josquin

domingo, 22 de septiembre de 2019

Isabella Andreini, la gran dama de la commedia dell’arte


El nombre de Isabella Andreini brilla con luz propia dentro de la cultura de finales del Renacimiento. En una época en que la sociedad limitaba estrictamente los roles que podía desempeñar la mujer -hija, esposa, madre, viuda y, monja-, este personaje destaca con fuerza como actriz de éxito, refinada poeta, erudita y empresaria teatral, rompiendo los moldes femeninos impuestos por la Contrarreforma. Lejos de acabar eclipsada en un segundo plano social, Isabella impone su desmesurado talento en un mundo de hegemonía masculina.

En el plano artístico, Andreini fue una gran estrella de la interpretación, cuya fama rebasó las fronteras de la península itálica y alcanzó Francia e incluso España. Como empresaria teatral junto a su marido, Francesco Andreini, contribuyó a sentar las bases de lo que llegarían a ser las compañías profesionales modernas.

Se cuenta de ella que, a su talentos de comediante, agregaba los de compositora, cantante e instrumentista, poeta y filósofa. Era capaz de hablar y escribir en francés, español y en latín, y sus contemporáneos alababan el encanto de su persona. Isabella fue tan conocida y renombrada, que hasta aparece en tres obras de Lope de Vega. En el siguiente fragmento de El castigo sin venganza, el Fénix la llama “Andrelina”, en otras ocasiones se refiere a ella como “Andreína”:

DUQUE       
Febo, para nuestras bodas       
prevén las mejores salas           
y las comedias mejores, 
que no quiero que repares
en las que fueren vulgares.      
FEBO
Las que ingenios y señores       
aprobaren llevaremos.  
DUQUE       
Ensayan.
RICARDO   
Y habla una dama.
DUQUE       
Si es Andrelina, es de fama.
¡Qué acción! ¡Qué afectos! ¡Qué estremos!

Hasta los personajes de la ficción se deshacen en halagos por la actriz. Un talento forjado a través de la adquisición de una sólida cultura clásica durante su infancia y adolescencia en Padua. Nacida en 1562, algunas fuentes indican que su origen familiar era más bien humilde, si bien no existe demasiada información sobre esa etapa de su vida.

Comenzamos a tener noticias de ella hacia 1576, cuando entra a formar parte con catorce años de la compañía de commedia dell’arte Comici Gelosi o Cómicos Celosos, puesto que el lema de la troupe era Virtù, fama ed honor ne fèr gelosi, algo así como Virtud, fama y honor fueron de los Celosos. Precisamente será en este entorno en el que conoce al que será su marido, Francesco Andreini, un antiguo soldado reconvertido en actor cómico. La pareja contrae matrimonio hacia 1578.

El éxito de Comici Gelosi se va consolidando allá donde actúan, pero especialmente en Mantua, dada la gran afición de la familia gobernante, los Gonzaga, por los espectáculos teatrales.

Uno de los principales méritos de Isabella fue el introducir la improvisación en la escena, algo que previamente no existía en el teatro italiano de la época, y que añadía frescura y viveza a sus interpretaciones. Uno de sus principales papeles era el de mujer enamorada -prima donna innamorata- y ella supo enriquecerlo mediante la improvisación, liberándolo del corsé de rigidez que tradicionalmente le caracterizaba. De hecho, la figura de la actriz dio lugar a un personaje arquetípico dentro de la comedia del arte, el de la enamorada Isabella, que a veces figura como la hija de Pantaleón.

Durante varios periodos los Andreini, además de actuar, se ocuparon de la dirección de la compañía de los Celosos. Existen referencias sobre el particular en 1583, entre 1587 y 1588, y los últimos años de vida de Isabella, en 1603 y 1604. No era fácil tarea, pues, aparte de la dirección artística de las obras a representar, implicaba aspectos relacionados con la gestión, como la redacción de los contratos de los actores, la negociación y contratación de alojamiento para la compañía en las distintas ciudades de la gira, o el alquiler de la sala donde tenían lugar las representaciones, si procedía.

La fama de Comici Gelosi alcanzó tales cotas que la compañía fue elegida para representar dos obras, La Gitana (La Zingana) y La Locura de Isabella (La Pazzia d’Isabella), dentro de las celebraciones de la boda entre Fernando I de Medici y Cristina de Lorena, en Florencia en 1589.

Isabella y Francesco tuvieron siete hijos y, precisamente, a ella le llegó la muerte cuando embrazada volviendo a Italia después de actuar en Francia para el rey Enrique IV, sufrió un aborto espontáneo en Lyon que acabó con su vida.

La grandeza y el talento de Isabella Andreini queda reflejada en este texto del escritor Tomasso Garzoni da Bagnacavallo: La graciosa Isabella, decoro de las escenas, adorno de los teatros, espectáculo soberbio, no menos de virtud que de belleza, ha ilustrado también ella esta profesión, de manera que, mientras dure el mundo, mientras haya siglos, mientras tendrán vida los órdenes y los tiempos, todas las voces, todas las lenguas, todos los gritos. Resonará, célebre, el nombre de Isabella.

Una mujer brillante y, sobre todo, independiente y segura de sí misma, como ella misma se define en su Soneto CLXVI:

Un sueño falaz ya no me turba,
 real me es lo real y sombra la sombra;
 de cualquier afán ya estoy libre
 y tengo con mis pensamientos tranquila paz.
 No sostengo mi deseo al deseo de los otros,
soy Mujer de mí misma, y no me turba un rostro
 severo o me alegra una sonrisa, una frase.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Nuevo vídeo del grupo de ministriles Oniria sobre los códices de Huehuetenango


Hace unos meses nos hicimos eco del trabajo del conjunto de sacabuches Oniria en torno al códice guatemalteco de Santa Eulalia, que desembocó en la grabación del disco Huehuetenango. Ministriles from Guatemala. Se trata de una obra que recupera toda la riqueza musical del renacimiento colonial y que nos muestra cómo florecieron las formas llegadas de Europa.

Aparte de su valor cultural y artístico del códice, su interés se basa en que, en el total de los 15 manuscritos que integran la colección, están incluidas más de 193 piezas sin letra, -o con solo el título o un brevísimo íncipit-, lo que puede llevar a considerarlas como música instrumental, del mismo modo que los libros de música “para ministriles” que han llegado hasta nosotros.

En este vídeo Oniria interpreta Acorranaternum, una pieza que es la número 26 del total de 38 contenidas en el segundo manuscrito (folios 7v-8r). De autor anónimo, sin concordancias conocidas y sin letra.



sábado, 14 de septiembre de 2019

La bella Adriana Basile, una gran estrella del canto barroco


En el año 1611 Claudio Monteverdi, entonces residente en la corte de Mantua, describió en una misiva el arte de Adriana Basile con estas palabras:

“...cada tarde de viernes hacemos música en el Salón de los Espejos. La señora Adriana se incorpora para cantar música en conjunto y la acomete con tal poder e impactante belleza como para deleitar a los sentidos, y casi convertir la estancia en un nuevo teatro…”

¿Quién era esta Adriana capaz de conmover de tal manera el corazón del genio de Cremona? Nada más y nada menos que una de las mayores estrellas que conoció la música italiana del siglo XVII. Su arte y su belleza fueron alabados en la época por príncipes, nobles y cardenales. Su presencia fue requerida en las cortes de los grandes, especialmente en la de Mantua, en donde el duque Vincenzo I de Gonzaga -que ya contaba con Monteverdi como maestro de capilla desde 1601- no escatimó esfuerzos para atraer a tan renombrada artista.

Adriana Basile nació cerca de Nápoles hacia 1580 y pronto destacó como cantante, aunque también desarrolló una especial destreza en la interpretación del arpa y de la guitarra, instrumentos con los que solía acompañar su voz. Su fama se extendió como la pólvora por toda Italia y se la empezó a conocer por el sobrenombre de La Sirena di Posilipo. Por cierto, su hermano Giambattista fue un reconocido recopilador y escritor de cuentos, algunos de los cuales fueron adaptados posteriormente por Charles Perrault y por los hermanos Grimm.

Un dato que apunta la tesis de que la fama le llegó pronto a la napolitana es que siguió utilizando su apellido de soltera después de haber contraído matrimonio, suceso que tuvo lugar alrededor del año 1600. El marido era Muzio Baroni, un caballero al servicio del príncipe de Stigliano, don Luigi Carafa, noble al que también prestaba servicio Adriana antes de partir de Nápoles. Posiblemente, el ser ya ampliamente conocida artísticamente como Basile le llevó a no adoptar el apellido de casada Baroni.

No fueron pocos los aristócratas que dedicaron poemas a las gracias de la Basile, incluido el propio príncipe, que, a través del mismísimo Neptuno, la dibuja como una "sirena hermosa y vaga", que inspira en el dios tal amor como para hacerlo suspirar de una manera que hace que las "olas se llenen de furia". Precisamente, toda esta poesía dedicada a la diva fue recopilada en el volumen El teatro de las glorias de la dama Adriana Basile, publicado en Venecia en 1623 y en Nápoles en 1628. La obra se puede consultar y descargar en formato pdf desde este enlace.

La fama de Adriana traspasó las fronteras napolitanas y acabó por llegar a Mantua, convirtiéndose en la obsesión del duque Vincenzo Gonzaga el contar con la presencia de la dama en su corte. Sin embargo, no fue tarea fácil el traerse a la cantante, en parte por el compromiso que esta tenía con el virrey de Nápoles, y solamente tras dos años de negociaciones, en 1610, consistió en acceder a la petición ducal. En mayo de ese año parte la basilería (término cariñoso acuñado por el principal biógrafo de Adriana, Alessandro Ademollo, para referirse a su familia: marido, hijas, hermana, y hermanos) hacia Mantua, donde llegan en junio, tras pasar por Roma, Bracciano y Florencia.

Cuando la comitiva recaló en Roma, Adriana tienen la oportunidad de impresionar con su arte al cardenal Fernando Gonzaga, poeta, compositor y segundo hijo del duque Vincenzo. Inmediatamente este cae prisionero de los encantos de la Sirena, y remite a Mantua noticia sobre su belleza y talento.

“Adriana finalmente llegó anoche de Nápoles; canta muy bien y lee con seguridad; toca de forma excelente el arpa y la guitarra española; presenta buenos modales y conoce cuál es su lugar, y es más bien hermosa.”

Precisamente este encuentro inicia una relación de amistad entre ambos, no exenta de complicidad e, incluso, de ciertos filtreos, a juzgar por la correspondencia que ha llegado hasta nosotros. El siguiente texto pertenece a una misiva enviada por Adriana a Fernando en 1611:

“Estoy pensando en recalar en Roma para la Semana Santa… pero Vuestra Excelencia no se encontrará allí...y esa estancia me parecerá muy extraña sin vuestra presencia… ¡paciencia! Me contentaré con escuchar que estáis bien...y esto será suficiente para consolarme.”

En la siguiente parada del viaje hacia Mantua, en Florencia, la cantante conoce a músicos de la talla de Bardi, Fontanelli y Caccini, que también quedan impactados por sus virtudes. Finalmente, llegan a Mantua en el verano de 1610, y entra al servicio del duque Vincenzo, quien la colma de valiosos regalos, y, posteriormente, la nombra baronesa de Piancerreto, en Monferrato.

Vincenzo fallece en 1612 y le sucede su hijo Francesco. Fernando intenta traerse a Adriana a Roma, pero, inesperadamente, su hermano muere y él hereda el título de duque de Mantua. Bajo su mandato las hermanas Basile desarrollan exitosas carreras musicales, aunque en 1624 la cantante decide volver a Nápoles y ya no regresará nunca a Mantua, si bien hay noticias de estancias en Roma y otros lugares hasta su muerte, que tiene lugar en agosto de 1642.

Adriana Basile fue una gran estrella en su época, y tanto ella, como las otras mujeres de su familia, recibieron al admiración de propios y extraños. El violagambista André Maugars describe un recital al que asiste en la residencia de la hija de Adriana, Leonora Baroni, en el que esta tocaba la tiorba, mientras que su madre y su hermana interpretan a la lira y al arpa, respectivamente. El francés lo plasma con estas palabras (Isabella Putnam Emerson, Five Centuries of Women Singers, 2005):

“Este concierto, compuesto por tres bellas voces y tres instrumentos diferentes, tanto afecto mis sentidos y embelesó mi espíritu que me olvidé de mi condición mortal y llegué a pensar que estaba entre los ángeles disfrutando de los deleites de los bendecidos.”