domingo, 4 de marzo de 2018

Los tonos humanos en la escena barroca

El denominado tono humano es el género musical profano característico del Barroco español. El término humano lo distingue del tono divino, que como puede deducirse, eran piezas de música sacra. Todo lo contrario que el tono humano, cuyo tema principal solía ser el amor, generalmente no correspondido o caído en desgracia, y que fingía aires populares, aunque es bien sabido que las más grandes plumas del Siglo de Oro, con el Fénix Lope a la cabeza, escribieron versos para estas canciones.

Durante la primera mitad del siglo XVII, los tonos humanos incorporaban dos, tres o cuatro voces y bajo continuo, pero, a medida que rebasamos el ecuador de la centuria, se van convirtiendo en monódicos. Abarca un abanico de formas poéticas, como las endechas, letrillas o los romances con o sin estribillo, aunque la estructura más común era la de canciones estróficas, que alternaban el estribillo con varias coplas.

Sobre las denominaciones de estas piezas, Rubén López-Cano [1]  describe cómo en la primera mitad del siglo llevan nombres de formas literarias como romance o novenas, o bien de danzas, como folía o seguidilla. Las fuentes que las han preservado fueron los cancioneros o recopilaciones y cita este experto el Cancionero de Turín, el Cancionero de Olot, el Cancionero de la Casanatense, el Cancionero de Lisboa, el Cancionero de la Sablonara, el Cancionero de Coimbra, el Cancionero de Onteniente, Romances y letras a tres voces, Tonos Castellanos, Libro de Tonos Humanos y el Libro segundo de tonos y villancicos. En contraste, en la segunda mitad estas canciones laicas solían llevar la denominación de humano:  Solo humano, Dúo humano, Tono humano a 4, Tonada humana, Cantada humana...

Uno de los campos en los que los tonos humanos tuvieron mayor presencia fue en la escena de la época, ese teatro que configuraba un espectáculo tan variado como apabullante, por la cantidad de números y espectáculos diversos que se ofrecían al espectador de una determinada obra.

El tono humano estaba presente en los distintos géneros escénicos que convivían durante el siglo XVII:

  • La comedia nueva, dramas que generalmente estaban escritos por Lope de Vega
  • Las mascaradas o representaciones cortesanas para grupos reducidos, que podían incluso ser representadas en ocasiones por los propios cortesanos.
  • Los dramas mitológicos calderonianos, que incluían números musicales en forma de arias, recitativos, canciones a solo o piezas polifónicas.
  • La zarzuela u obra dramática musical que toma su nombre del palacio homónimo donde eran representadas.
  • La ópera, de poco arraigo en nuestro país, que era una obra completamente cantada.

Un ejercicio interesante consiste en analizar qué función desempeñaba la música de los tonos humanos en las obras escénicas. Siguiendo a López-Cano, a grandes rasgos podemos concluir que estas eran las aportaciones que realizaban:

  • Como una fuente de sonido de fondo que tapaba los ruidos de las tramoyas y maquinarias escénicas.
  • La música también marcaba los cambios en la estructura de la obra. Por ejemplo, una canción larga podría estar indicando que se acercaba el fin de la escena.
  • El incluir canciones de moda bien conocidas por el público contribuía a dotar de verosimilitud a la obra.
  • Un tono o una pieza instrumental podía instaurar, consolidar o transformar la unidad afectiva que primaba en cada escena.
  • La música, al repetirse en el mismo tipo de escenas obra tras obra, podía quedar como un código que hacía referencia a determinadas situaciones dentro del drama. Por ejemplo, una determinada música festiva podía quedar asociada a una escena de boda o unas voces angelicales a una escena religiosa.
  • Las letras de las canciones podían estar asociadas al contenido de la trama de la obra, contribuyendo a enriquecer la pieza.
  • Las canciones podían aportar una información difícil de incluir en la obra de otro modo: mensajes de dioses, mensajes premonitorios o revelaciones de rasgos ocultos de la personalidad de los personajes.
  • Por último, los tonos contribuían a construir a los personajes. Por ejemplo, aportando información sobre su condición social (escenas rústicas y pastoriles son acompañadas de cantos folclóricos) o sobre el nivel jerárquico del personaje.

Es curioso cómo la música en la escena comienza siendo una ornamentación que se incorpora a la trama artificialmente y al final los libretos acaban demandando partituras originales. El espíritu del Barroco tendía a concentrar los distintos campos del arte y el teatro musical acabará convirtiéndose en la expresión más representativa de la época.

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[1] De la Retórica a la Ciencia Cognitiva. Un estudio intersemiótico de los Tonos Humanos de José Marín (ca. 1618-1699). Universidad de Valladolid, 2004.

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