miércoles, 25 de mayo de 2016

La Cicala nos trae la flauta napolitana del XVIII

Lo apasionante de trabajar con música antigua es que a menudo hay que aplicar buenas dosis de investigación para preparar un determinado repertorio o grabación. Y este esfuerzo suele traer consigo la recuperación de obras desconocidas y a veces perdidas que enriquecen más si cabe el ya valiosísimo patrimonio de la historia de la música europea. Un disco como Naples 1759 del conjunto La Cicala es buen ejemplo de esto.

La Cicala fue fundado en Holanda por la flautista brasileña Inês d´Avena en 2011 y está especializado en obras poco conocidas del Barroco napolitano. El nombre del grupo hace alusión a la cigarra, el insecto que canta en los atardeceres de verano. Completan la formación la chelista Rebeca Rosen y el clavecinista Claudio Barduco Ribeiro. Los tres militan también en la orquesta barroca COLLEGIUM MUSICUM Den Haag.

Naples 1759 tiene su origen en un descubrimiento fortuito de un grupo de sonatas por parte de Inês d´Avena en su último día de investigación doctoral en la Biblioteca di San Pietro a Majella de Nápoles, un increíble golpe de suerte, como ella misma reconoce. Se trata de un documento fechado en 1759 que recoge sonatas para flauta en un momento de la historia de la música en que este instrumento está pasando a un plano secundario y perdiendo el interés de los compositores.

En total la obra contiene seis sonatas que fueron copiadas en ese año de referencia, pero que pueden haber sido escritas hasta veinte años antes, en la época dorada de la flauta dulce en la primera mitad del siglo. De acuerdo con el testimonio de Inês d´Avena, no existe la menor duda de que el instrumento solista al que están dedicadas es la flauta dulce y no la travesera, pues el término que menciona el documento, flauto, en el periodo considerado todavía aludía exclusivamente a la primera.

Sobre la autoría de las piezas del documento, cuatro de ellas están atribuidas a Pietro Pullj y aunque en las otras dos no figura el autor, una de ellas ha sido identificada como de Francesco Mancini. Todas menos una de estas sonatas están incluidas en el disco Naples 1759; falta la sonata en Sol Mayor de Pullj que ya figuraba en el anterior título del grupo, Dolce Napoli: sonate & concerti per flauto.

Pietro Pullj o Pulli no ha dejado mucho rastro en la historia, si bien se sabe que se le conocía como “famosissimo sonatore di arceliuti” (es decir, reconocido intérprete de archilaúd) en el libreto de la ópera de Leonardo Vinci La mogliere fedele, para la que compuso seis arias. En 1732 solicita la plaza para tocar este instrumento en la Capilla Real de Nápoles y la obtiene. Parece ser que en 1739 abandonó Nápoles porque sus óperas posteriores están escritas fuera de dicha ciudad. El documento de 1759 nos trae cuatro de sus sonatas para flauta.

A diferencia de la de Pullj, la obra de Francesco Mancini es extensa, puesto que nos han llegado más de veinte piezas para flauta dulce compuestas por él. Hijo del organista Nicola Mancini, ingresa en Santa Maria della Pietà dei Turchini en 1688 para estudiar dicho instrumento. En 1702 consta que trabajaba en la Capilla Real y en 1720 era director musical de Santa Maria di Loreto. Compositor de óperas, obtuvo cierto renombre en Londres gracias a la influencia del cónsul británico en Nápoles, John Fleetwood, al que dedicó sus doce solos que fueron publicados en dicha ciudad por vez primera en 1724.

Completan el disco dos sonatas anónimas para flauta y una más para clave de Franceso Durante titulada Le Quattro Stagioni Del Anno. Durante dirigió el Conservatorio dei Poveri di Gesù Cristo desde 1728 a 1738 y allí fue maestro, entre muchos otros, de músicos de la talla de Giovanni Battista Pergolesi y Domenico Tarradelas. En 1742 fue nombrado director de Santa María di Loreto donde dio clase a gran parte de la siguiente generación de grandes músicos napolitanos. En la obra que nos ocupa Francesco Durante recrea con su instrumento las estaciones del año, a veces de forma bastante gráfica intentando incluso reproducir el sonido de fenómenos naturales como el trueno o el viento. 

Naples 1759 da cuenta de una época en que la flauta era un instrumento de moda en Nápoles y ejercía su protagonismo como solista sobre todo en sonatas, pero también en otros tipos de piezas. El disco nos devuelve unos sones de extraordinaria ligereza y rica armonía que tejen un entramado musical envolvente y embriagador, y por qué no decirlo, alegre y positivo.

Como decía al principio de este texto, resulta muy sugerente conocer todo el proceso que subyace en la grabación de un disco de música antigua, especialmente en lo relativo al estudio y a la investigación que exige el poder reproducir las piezas tal y como sonaban cuando fueron compuestas, y entenderlas en su contexto, aparte de disfrutarlas por su valor estético. En este sentido, y como complemento a la escucha de Naples 1759, recomiendo a quien pueda estar interesado la consulta de la tesis doctoral de la propia Inês d´Avena para la Universidad de Leiden, Dolce Napoli: approaches for performance-Recorders for the Neapolitan Baroque repertoire, 1695-1759, un apasionante trabajo musicológico que analiza en detalle el papel de la flauta dulce en la música napolitana de la primera mitad del siglo XVIII.


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