jueves, 21 de abril de 2016

Las Cuatro Estaciones del Latin Jazz

No son pocos los que ven estrechas relaciones entre la música barroca y el jazz, entre otras cosas por el margen que dejan a la improvisación ambos estilos, y el pianista Pepe Rivero ha querido profundizar en esta asociación llevando a cabo una versión del clásico de Antonio Vivaldi Las Cuatro Estaciones en clave de latin jazz. Las piezas de que consta la obra serán interpretadas por separado en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid, empezando por La primavera, que se presenta el próximo 7 de mayo.

El proyecto Clazz Vivaldi consiste en cuatro actuaciones musicales, una por cada estación, que se realizarán en el auditorio de la Fundación en los meses de mayo (primavera), julio (verano), octubre (otoño) y diciembre (invierno). Serán interpretados por el Quinteto Cimarrón y un cuarteto de jazz formado por Pepe Rivero, Iván Ruiz Machado, Yuvisney Aguilar y Gervis Pico.

Rivero, que es el alma del proyecto, describe la proyección americana de esta aproximación a la obra del músico veneciano: “Será un viaje de Antonio Vivaldi por las Américas, como si cada estación hubiese sido escrita en un lugar diferente, comenzando por Cuba con “La Primavera”, en Brasil  “El Verano”, en Argentina “ El Otoño” y en New York “El Invierno””.

Con Pepe Rivero como pianista y arreglista de estos cuatro conciertos, el piano será protagonista junto a un violín y una viola solistas para enfrentarse a la obra original y a lo que pudo haber sido si Vivaldi hubiese visitado esas cuatro ciudades americanas, capitales de la música popular en sus albores. El público asistente podrá escuchar un cuarteto de jazz junto a un quinteto de cuerdas, pero esta vez en clave de latin jazz,  donde el ritmo y la improvisación son los protagonistas.

Como pianista, Rivero cuenta con una gran trayectoria profesional, habiendo participado en los más importantes festivales de jazz internacionales y colaborando con una larga lista de importantes artistas, entre los que destacan figuras de la talla de Celia Cruz, Paquito D´Rivera o Tony Zenet.

Como músico posee la virtud de extrapolar un ritmo y en torno a él articular un nuevo cuerpo, engendrando una estructura sonora diferenciada. Como pianista de jazz latino parte casi siempre de la estructura de algún género señero de la música cubana, -como el guaguancó, la guajira o la conga-, y en torno a él incorpora una serie de complejas armonías que extrae de su amplio acervo como jazzista y compositor con una gran herencia clásica.

El Quinteto Cimarrón está integrado en su totalidad por músicos cubanos afincados en Galicia: Eduardo Coma, Lázaro Wilman y Raymond Arteaga (violines), Luis Enrique Caballero (violonchelo) y Óscar Rodríguez (contrabajo).

La entrada al auditorio del Espacio Fundación Telefónica es gratuita aunque es preciso realizar la reserva a través de su página web

El evento será retransmitido en directo por vídeo streaming.

Clazz Vivaldi: La Primavera
7 de mayo de 2016 a las 19:00 horas
Espacio Fundación Telefónica (c/ Fuencarral, 3. Madrid)

viernes, 15 de abril de 2016

Capella de la Torre y el jazz renacentista

A pesar de su nombre, el conjunto Capella de la Torre procede de Alemania y en concreto su directora, Katharina Bäuml, de la ciudad bávara de Múnich. Se trata de un grupo formado en su mayoría por instrumentos de viento especializado en música medieval y renacentista. La referencia “capella” hace alusión a los conjuntos de ministriles y a los instrumentos que tocaban (chirimía, bajón, corneta y sacabuche) que recibían la denominación de Capella Alta. Por otra parte, “la Torre” es un homenaje explícito al compositor Francisco de la Torre creador de la Danza Alta, la pieza más representativa de este género.

A pesar de abordar con rigor y con instrumentos históricos la música antigua, Capella de la Torre es partidaria del mestizaje entre estos sones de siglos pasados y estilos contemporáneos, como por ejemplo, el jazz. La filosofía del grupo parte del principio que la música de los siglos XV al XVII tiene un importante componente de improvisación al igual que la técnica jazzística. Y de estos principios nace el disco Ciaconna.

Para la grabación del CD, Katharina Bäum ha incorporado a su conjunto de ministriles al acordeonista Luciano Biondini y al tubista francés Michel Godard, que también ha combinado la pasión por el jazz con la inmersión en la música antigua. El resultado es atrevido, pero fresco no obstante.


El repertorio de este ensemble es variado y en gran medida centrado en la música renacentista española, aunque no exclusivamente, a pesar de la afinidad del grupo por la música de nuestro país. No obstante, Ciaconna contiene pocas piezas hispanas; algunas procedentes del Cancionero de Palacio y un par de ellas de Diego Ortiz, aparte de una versión de Guárdame las vacas.

En cambio está muy presente el laudista napolitano Andrea Falconieri (1585-1656) e incluso el mismo Monteverdi, así como el compositor de óperas barrocas Francesco Manelli. Algo anterior en el tiempo, el maestro de danza de principios del siglo XVI Fabritio Caroso aporta al conjunto Alta Regina, una de las piezas de su libro Nobiltà di Dame impreso en 1600. Encabeza el disco una pieza deliciosa del creador de frottole Bartolomeo Tromboncino.

Pero también, y aquí llegamos al mestizaje entre los antiguo y lo moderno, encontramos cortes firmados o adaptados por Godard, como Dreaming Dancers o Song for Urte. No deja de resultar curioso escuchar ritmos próximos al Rhythm & Blues con la textura instrumental renacentista.

Igualmente, dentro del cruce de los clásico y lo moderno, Capella de la Torre ha incluido un bonus track en el disco con una versión de la canción The Book Of Love de Stephin Merrit (Magnetic Fields) que aparecía en la banda sonora de la película de 2004 Bailamos (Shall we dance?, Peter Chelsom), interpretada por el músico Peter Gabriel.

Puede convencernos más o menos el eclecticismo del que Katharina Bäuml y sus compañeros hacen gala en Ciaconna, pues parecernos que quizá abandonan demasiado el sendero de la música antigua adentrándose en otros territorios, pero lo cierto es que han conseguido desarrollar un sonido francamente interesante y merecedor de una escucha detenida.


sábado, 9 de abril de 2016

Caccia: escenas de caza italianas del Trecento

Entre las formas musicales de la Italia del Trecento encontramos nombres conocidos como el madrigal y variantes de éste, como la ballata, pero también existen otras de más corta vida y popularidad que merece la pena recordar, como es el caso de la caccia. En principio, la caccia era un poema basado en el tema de la caza al que se aplicaba el canon, es decir, una estructura musical a varias voces. A diferencia del madrigal que pintaba al lánguido tema amoroso, la caccia describía con viveza y colorido las escenas de persecución y acoso de la pieza, los halcones y las jaurías.

El término italiano tuvo su equivalente en la palabra castellana caça y en la voz francesa chace, si bien en ambos casos se hacía referencia a la forma musical basada en varias voces y no al contenido del poema, que en estos dos países no tenía por qué tener relación alguna con la cacería. Por ejemplo, las tres caças que han llegado hasta nosotros a través del Llibre Vermell del monasterio de Montserrat están dedicadas al culto mariano: O Virgo splendens, Splendens ceptigera y Laudemus Virginem.

La caccia tuvo una vida efímera, con un pico de popularidad de apenas treinta años entre 1350 y 1380. Parece claro que a principios del siglo XV ya habían desaparecido. Tampoco se menciona antes de 1300 cuando se enumeran las distintas formas musicales existentes en el momento y la primera referencia italiana la realiza el tratado anónimo Capitulum de vocibus applicatis verbis de 1332.

El escritor y Premio Nobel italiano Giosue Carducci sugiere que la caccia además de cantada era representada teatralmente (Cacce in rima dei secoli XIV e XV, 1896):

“Estoy tentado de creer que al menos algunas de estas cacce eran representaciones efectivas, o mejor, casi representaciones [..] bien por coros o por un cantante solista acompañado de un coro, con gestos y capturas del deporte (caza o pesca) y también enseñando a veces el resultado de la captura.”

Otro rasgo del género es que probablemente estaba reservado para un público cortesano y elevado y no para ser consumido por el pueblo llano, dado lo refinado, florido y rítmicamente complejo de las piezas. No parecen adecuadas para ser interpretadas por juglares itinerantes en las plazas de los pueblos.

Aunque el tema de la caccia italiana era inevitablemente el mundo de la caza y la montería, en ocasiones los versos ocultan historias amorosas más o menos explícitas. Por ejemplo, en Nel boscho senza folglie (En el bosque sin hojas) la conducta del cazador hacia la liebre hace pensar que en realidad más que de un animal habla de una mujer:

“En el bosque sin hojas mientras perseguía a una perdiz exhausta
Se me cruzó de pronto una liebre blanca,
Su belleza deliciosa me hizo olvidar al pájaro
Y perseguí a la liebre con mis lebreles.
Al ver a los perros se escabulló en una cueva
Donde fue prendida temblando de miedo.
La recogí en mis brazos y la besé,
Nunca antes había atrapado una pieza tan dulce.”

Por otro lado, en la pieza Seghugi a corta el contenido sexual es manifiesto dado que el cazador decide abandonar la persecución del zorro para beneficiarse a una doncella:

“En un claro, al sonido de los cuernos
Y la llegada de una tormenta
Una bella doncella surgió del valle.
Grito, “A por él, a por él, a por el zorro”:
La cogí de la mano, “Ven aquí, aquí, olvida el zorro”:
Dijo, “Oh no, oh no, porque yo no quiero”:
La abrace aplastando su espíritu orgulloso
Y la llevé dentro de los bosques.”

Los nombres de los poetas que escribieron los versos de las cacce son en su mayor parte desconocidos puesto que solamente aparecen junto a las piezas los de aquellos que las musicaron. No obstante, no resulta disparatado pensar que muchos de los músicos escribieron también los textos. Por ejemplo, Francesco Landini era un notable poeta además de músico. En cualquier caso, solamente dos escritores han llegado hasta nosotros: Franco Sacchetti y Niccolo Soldanieri.

Aunque el más conocido es el florentino Sacchetti (1333-1400), parece que la obra de Soldanieri, de cuya vida poco se sabe, es anterior y que. según los expertos en esta época, era considerado el mejor poeta de su tiempo.

A pesar de que los poemas pueden no haber llevado música al ser concebidos, está claro que fueron compuestos con una métrica susceptible de ser musicada, o sea, que estaban destinados a ser cantados.