martes, 27 de septiembre de 2011

“El Cancionero de Palacio”, un juke-box de los Reyes Católicos


Con los Reyes Católicos da comienzo en España una de las épocas más brillantes de la cultura en nuestro país, tanto en las artes plásticas como en la literatura, y por supuesto, en la música. En el caso de la música supone el inicio de un periodo floreciente para todos los géneros: vocal, instrumental, sagrada, profana, práctica, especulativa… Gran parte del conocimiento que tenemos de las formas musicales de esa época se lo debemos a los cancioneros que han sobrevivido, que no son otra cosa que recopilaciones de las piezas que más frecuentemente sonaban en las fiestas palaciegas, realizadas por copistas. Las canciones incluidas nos esbozan qué tipo de música despertaba las emociones de aquellos que vivieron el final del siglo XV y el principio del XVI.

“El Cancionero de Palacio” es un manuscrito que data de la época de los Reyes Católicos y que fue descubierto por Gregorio Cruzada en 1870. Posteriormente, fue publicado en Madrid por la Academia de Bellas Artes en 1890. Está escrito en castellano y agrupa música profana, cortesana, pues existen otros cancioneros de la época que exponen piezas litúrgicas, con texto latino. Este cancionero consta de 458 composiciones en su mayoría de autores españoles, algo no tan común en este tipo de recopilaciones que solían incluir obras de autores extranjeros, predominando los flamencos.

Desde la postura del que no es erudito en estos temas, debo decir que el componente popular que emanan estas composiciones, a menudo basadas en romances y temas trovadorescos, las dotan de una cercanía y de un sentimiento entrañable que no tienen otras obras de la época que puedan ser consideradas musicalmente más elevadas técnicamente. No fuimos abanderados de la revolución musical renacentista pero no por ello no compusimos una música maravillosa.

“El Cancionero de Palacio” cuenta con piezas de autores sobradamente conocidos, como Juan del Encina, Francisco de Peñalosa o Pedro Escobar, combinadas con otras de nombres que no tenemos tan identificados hoy en día, como Jacobus Milarte, Juan Ponce, Gabriel o Lope de Baena. Desde el punto de vista de las formas musicales, predomina el villancico, uno de los baluartes de la lírica popular de la época, el estrambote y el romance, especialmente el dedicado a la conquista de Granada. No hay que olvidar que los romances durante la Edad Media eran el equivalente a nuestros noticiarios y documentales: una forma de transmisión oral, hasta que alguien se molestaba en transcribirlos, de sucesos pasados y recientes.  



sábado, 17 de septiembre de 2011

Hispania & Japan


En plenas vacaciones estivales nos sorprendió la noticia del lanzamiento de una nueva obra de Jordi Savall, “Hispania & Japan. Dialogues. Y digo que fue una sorpresa por lo prolífico del artista, dado que poco tiempo antes había publicado un doble CD sobre piezas del músico francés Rameau. Responde quizá su perfil al del perfecto creativo que no se para a regodearse con su última obra sino que sigue creando en cadena, y en el caso de Savall, llevando varios proyectos en paralelo (algo parecido le ocurre a Woody Allen en el terreno cinematográfico).

“Hispania & Japan”, que por cierto todavía no aparece anunciado en la web de Alia Vox, el sello discográfico de Jordi Savall, pretende ser un homenaje a las víctimas del terremoto y posterior tsunami que asoló el país del sol naciente este año (los beneficios de las ventas serán entregados a la Cruz Roja japonesa). Es también una muestra de respeto y admiración por la cultura y tradición nipona. La obra subraya el diálogo que desde el siglo XVI mantuvo la música española con la japonesa, en concreto, desde el desembarco del director de la Compañía de Jesús, Francisco Javier, en Kagoshima en 1549. La presencia del jesuita ejerció una importante influencia de las formas culturales españolas en el Japón de la época, incluidas las formas musicales, hasta el punto que en 1605 el editor Nagasaki publicó “Manuale ad Sacramenta”, una recopilación de cantos religiosos transmitidos por Francisco Javier.

El CD está compuesto por piezas del acervo renacentista español, de autores como Narváez, intercaladas con canciones tradicionales niponas. La interpretación corre a cargo de Hespèrion XXI, el conjunto de Savall dedicado a la música antigua, y de la Capella Reial de Catalunya en el plano vocal, coral en la que milita Montserrat Figueras, la esposa de Jordi Savall.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El alma celta de Turlough O´Carolan


Tropecé hace décadas con la música para arpa de O´Carolan a través de un doble LP de recopilación de música folk irlandesa, de aquella época en que Discoplay se dedicaba a importar pequeñas maravillas, como los discos de la colección Folkways Records. La obra en cuestión incluía tres piezas breves de O´Carolan que el guitarrista John Rebourn había transcrito a las seis cuerdas. Me cautivó la sencillez y espontaneidad de la melodía y el airecillo céltico tradicional que emanaba.

Turlough O´Carolan fue un compositor e interprete de arpa irlandés que vivió a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Ciego desde los dieciocho años a causa de la viruela, vivió una vida de músico ambulante buscando el apoyo y mecenazgo de las familias pudientes de la isla. A pesar de ser un excelente arpista, principalmente ha pasado a la historia como compositor, tanto por la calidad de su obra como por su metodología creativa poco ortodoxa. Por ejemplo, en contra de la tradición irlandesa, O´Carolan componía primero la melodía y después la letra de sus canciones, cuando el orden natural era el contrario, crear música sobre un poema acabado.

Uno de los aciertos de las composiciones de este bardo fue el intento de conjugar la tradición musical celta, la música popular, con la influencia de  grandes compositores europeos del momento, como Corelli o Vivaldi. El problema con su obra es que ha sobrevivido solamente como simples líneas melódicas sin una pista acerca sobre la armonía y el acompañamiento.  En cualquier caso, se conservan 214 de sus piezas, lo que no deja de ser un record dado que por culpa de la transmisión oral tradicional, prácticamente no se conservan piezas de arpa anteriores a O´Carolan.

En 1792 un comité formado por músicos de arpa irlandeses, constatando que la tradición se estaba perdiendo, acordó escribir las piezas para garantizar su supervivencia. Sin embargo, Edward Bunting, un organista al que se contrató a tal efecto, anotó las melodías pero no las líneas de bajo y acompañamiento, razón por la cual se sabe bien poco sobre este género musical.