domingo, 1 de mayo de 2011

Mahler: el que venga a verme sabrá quién fui

Ya sé que este es un blog de música medieval, renacentista y barroca, pero como el que hace la ley hace la trampa, hoy toca hablar de Gustav Mahler. Y al que proteste le endiño un post sobre la canción de cabaret de Kurt Weill. El caso es que en el suplemento “Babelia” del país del sábado pasado aparecía una reseña de Jesús Ruiz Mantilla sobre una biografía de Mahler,  recientemente traducida al castellano, que lleva por título “¿Por qué Mahler? Cómo un hombre y diez sinfonías cambiaron el mundo”, de Norman Lebrecht. El excelente artículo de Ruiz Mantilla ha determinado que dicho volumen (Alianza Música) sea objeto de mis pesquisas en la próxima Feria del Libro de Madrid y pase a formar parte de mi lista de espera de lecturas, actualmente integrada por la autobiografía de Keith Richards, obras sobre poesía juglaresca e iconografía medieval, y varios tratados de filosofía de Russell, Sartre y Schopenhauer, además de un libro sobre criptografía (soy muy disperso, qué le voy a hacer).

Parece ser que Lebrecht se ha sumergido, a lo largo de 400 páginas, en la compleja y atormentada personalidad del músico, dibujando, a través de testimonios de sus contemporáneos y del propio Mahler, la brillantez y el inconformismo que le llevó a revolucionar el panorama musical de su época, el del paso del siglo XIX al XX, en general, y la sinfonía en particular. Se le define como un outsider y un subversivo, un compositor al que su tiempo no entendió, cuya obra es más acorde con éste nuestro siglo. De hecho, hace poco desbancó a Beethoven como el músico más interpretado en los auditorios, según reza el artículo. El propio Mahler era consciente de la proyección de sus composiciones cuando afirmaba “mi tiempo llegará”, al sentirse despreciado por sus contemporáneos.

La reflexión omnipresente en su obra por la muerte y la existencia, derivada de haber experimentado de pequeño el fallecimiento de varios de sus hermanos y de mayor el de una hija, le acerca a planteamientos filosóficos de la segunda mitad del siglo XX. También condiciona su carácter melancólico: “la tristeza es mi único consuelo”, afirmó una vez. La naturaleza, cuya preservación es una obsesión actual, es otra de las constantes en su acervo musical. Una personalidad bipolar le llevaba a pasar de la euforia a la depresión. Conoció a Sigmund Freud, que le trató en una única sesión de cuatro horas, y reconoció haber quedado fascinado por “el misterioso edificio de su personalidad”.

Su música rompe todos los cánones y reglas de su época, empezando por componer sinfonías de más de cuatro movimientos, un escándalo. No voy a entrar en tecnicismos que no entiendo, pero baste saber que abordó el proceso creativo desde perspectivas inéditas y desde la más absoluta libertad. Menospreciado u considerado un orate, su importancia crece tras la Segunda Guerra Mundial gracias a la reivindicación que hacen de su obra músicos como Leonard Bernstein, Bruno Walter o Bernard Haitink. Hoy en día Malher resulta imprescindible para comprender la música actual. Se cumplió el epitafio que dejo escrito y que figura en su lápida: “El que venga a verme sabrá quién fui. El resto no necesita enterarse”.

A pesar de que tanto Visconti como Alfonso Guerra se inclinan por la quinta, mi sinfonía preferida de Gustav Mahler es la cuarta, y en concreto, el cuarto movimiento que incluye el sólo para soprano y que es interpretado en el vídeo que enlazo a continuación. Me ha parecido interesante reproducir la traducción del texto por lo que tiene de irónico y gracioso.

Vida Celestial
(De "El cuerno mágico del niño")

Disfrutamos los placeres celestiales
Y por lo tanto evitamos los terrenales.
Ningún tumulto terrenal
Se escucha en el Cielo
Todo vive en dulce paz
Vivimos una vida angelical
Y estamos totalmente felices por ello
Bailamos y saltamos,
Brincamos y cantamos.
San Pedro desde el cielo observa.

Juan deja al corderillo afuera
El carnicero Herodes observa.
Llevamos paciente
Inocente, paciente,
Al Cordero a la muerte.
San Lucas mata a los gansos
Sin pensar ni dolor.
El vino no cuesta ni una moneda.
En las bodegas del Cielo;
Los ángeles hornean el pan.

Finas hierbas de toda clase,
Crecen en la huerta del Cielo,
Buenos espárragos, legumbres,
Y todo lo que queramos.
¡Platos llenos están listos para nosotros!
Ricas manzanas, ricas peras y ricas uvas,
Y los jardineros que todo permiten
¿Quieres venado? ¿Quieres liebre?
Vienen corriendo calle abajo.

Si viene un día de fiesta,
Los peces vienen nadando alegremente
Ahí va San Pedro corriendo
Con su red y anzuelo
Al estanque celestial
Santa Marta debe ser la cocinera.

No hay música en la Tierra
Que se pueda comparar a la nuestra.
Once mil vírgenes
Se confían en bailar,
Y hasta Santa Úrsula ríe por ello.
No hay música en la Tierra
Que se pueda comparar a la nuestra.
Cecilia y sus parientes
Son excelentes músicos de la Corte.
Las voces angelicales nos cantan
Y alientan a nuestros sentidos
A despertar a la alegría.




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